En
invierno, los domingos después de comer, le pedíamos palos de recortes al
carpintero al lado de mi casa, y con un torción hecho con un trapo, -que tenía
que ser de algodón-, empapabas la mitad en aceite y se encendía una copa en la
calle; primero un poco de carbón pa´ que aguantase, y luego los palos haciendo
una pirámide, hasta que se prendía y quedaba el rescoldo, que había que tapar
con ceniza pa´ que durara. Luego se ponía debajo de la mesa camilla, y cuando
se iba el sol, sacábamos el Parchís mientras mi padre cenaba. Que había
pequeños que no sabían contar, jugábamos a La Oca. Y cuando mi padre terminaba, le pedíamos que
nos siguiera contando el cuento, mientras mi madre sacaba el punto y tejía un
trajecito de primera postura, porque venía otro pequeño en camino. Y así seguía
el cuento:
“Mariquilla, que tenía tan
buen corazón, se compadeció de la pobre viejecita y se metió en la casita, -que
por cierto estaba de pena, con cacharros sucios por todos lados- y le preparó
una sopa con todas las verduras que encontró por allí. Mientras se hacía la
comida, puso un barreño de agua al sol, la lavó muy bien, la envolvió en una
manta y lavó el vestido y lo colgó para que se secara al sol. Mientras el
vestido se secaba, le dió de comer, y cuando terminó, se lió un trapo en la
cabeza, porque temía que se le posara alguna tela de araña con inquilino
incluido por el pelo, cogió trapo y escobón y se puso a limpiar, cantando una
popular canción de la época que decía: “Tralará, tralará, tralará, la Pelá hizo unas gachas, para
todas las muchachas, y a mí no me quiso dar, agarré la tranca y la hice de
bailar, tralará, tralará, tralará”.
Y
cantando le pegó un flete a la casita, que la dejó brillando como los chorros
del oro. Luego despiojó y peinó a la
viejita con una larga trenza y le hizo un rodete, le puso el vestido limpito,
y cuando estaba bien arreglá se oyeron
unos ruidos muy fuertes, como pisadas de una manada de toros, que venían hacía
la casita. Entonces oyeron un vozarrón que decía:
-“MADRE,
MADRE, HUELO A CARNE HUMANA FRESCA, COMO NO ME DIGAS DONDE ESTÁ TE MATO”.
-“MADRE,
MADRE, HUELO A CARNE HUMANA FRESCA, COMO NO ME DIGAS DONDE ESTÁ TE MATO”.
La
pobre viejecita le dijo a la niña que corriera a esconderse, porque sus dos
hijos eran unos ogros, pero como la querían mucho, ella los calmaría.
La
pobre Mariquilla entró en la casa temblando mientras la viejita les contaba a
sus hijos, que eran dos ogros gigantes, todo lo que la bondadosa niña había
hecho por ella: que la había lavado, peinado y dado de comer, exigiéndoles a
sus hijos que no le hiciesen daño. Entonces los ogros pidieron a Mariquilla que
saliese, porque cada uno de ellos le harían un regalo por haberse portado tan
bien con su madre. ¿Y qué regalo era?,
pues
uno le concedió el don de que cada vez que peinara sus cabellos, sus manos se
llenarían de las perlas más brillantes y preciosisísimas del universo entero. Y
el otro, tocándole la frente, le plantó un lucero que hacía que brillara su
carita preciosa como si fuese una princesa india.
La
niña cogió la canasta de tripas y bailando tan contenta, se volvió por donde
había venido.
Cuando
llegó a su casa, la madrastra la estaba esperando para, primero darle dos
tortas y luego pegarle la bronca, - a ver, ¿dónde has estado, zaparrastrosa,
que llevas fuera todo el día?- Entonces Mariquilla se puso a explicarle lo que
le había pasado y la madrastra le dijo que no la creía, le embadurnó la cara
con ceniza y riéndose de ella, le dió una
paliza y la mando a acostarse sin cenar.
Al
otro día la madrastra le dijo a su hija - ¿Viste ayer cómo volvió Mariquilla?
¿Cómo le relucía el pelo y el brillo del lucero de la frente? Dice que fue por
el río siguiendo una tripa que se le escapó.
-Anda, ve tú y haz lo mismo-. La hija, que era una consentida, más floja
que un muelle de guita, mimada, que no había dado un palo al agua desde que su
madre se casó, pataleó, refunfuñó y se quejó lo más grande, - “si digo, ahora
voy yo a lavar tripas, que lo haga Mariquilla, que pa´ eso está”. Y su madre,
para convencerla, le dijo: -“¿pero no ves que así vas a estar tan guapa como la Mariquilla?-, y como
era una envidiosa, finalmente aceptó.
Allá
que se fue refunfuñando la hija de la madrastra con el canasto de las tripas al
río y se puso a limpiarlas, entonces se le escapó una y cuando fue a cogerla,
se le escaparon todas, y hecha una furia salió corriendo a perseguirlas río abajo hasta que entró en la gruta.
CONTINUARÁ…
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ResponderEliminarPacaaaa me encanta ...totalmente enganchada. ...adela
ResponderEliminarPacaaaa me encanta ...totalmente enganchada. ...adela
ResponderEliminarGuapaaa, Te tengo entretenia eh, pa tu destierro en la sierra,ahora que está nevando. Gracias. Me alegro mucho que te guste. Besotess
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