EL POR QUÉ DE ESTE BLOG

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Bueno, bueno, bueno, pues se explica en pocas palabras: ESTOY EN EL PARO.

Si, después de 34 años trabajando, ahora estoy en el paro y como la cosa me temo que va pa´ largo, pues tengo que fogá, ¿sabéis lo que es eso?, pues que necesito algo que hacer para quemar energía.

Trabajando en hostelería, tratas con todo tipo de personas al cabo del día, clientes y compañeros de trabajo, y si además la mayoría son mujeres, que somos muy charlatanas y llevamos muchos años trabajando juntas, filosofamos mucho de familia, noticias, arte, cultura, actualidad en general y cotilleos; pues eso es lo que me falta, compartir.

Cuando estoy cocinando con la radio puesta y me viene a la cabeza algo que creo es interesante y que podría compartir, lo escribo en el ordenador, y como me he apuntado al feisbuk, lo comparto con la corrala cibernética de familia y amigos.

Ahora me han dicho que sería interesante que hiciera un blog. Pues vamos a ello.

Advierto que son cosas mías, igual hay veces que se me va la olla, son cosas cortitas del día a día y los que me leen hasta ahora dicen que les hace gracia, sólo escribo cuando encuentro algo que me inspira y creo que se puede compartir.

SI ME QUERÉIS, SEGUIDME.

lunes, 14 de marzo de 2016

LA MARIQUILLA V




Mi madre nos metía a todos en su cama a esperar que mi padre cenara. Cuando terminaba venía él y nos preguntaba: -“¿Por dónde nos quedamos la última vez?”-,  y se armaba la marimorena, porque como sólo era de vez en cuando, pues los pequeños se dormían antes y luego no se acordaban, y hasta que nos poníamos de acuerdo era un chillerío. Luego, ya de mayores, teníamos los cuentos de Walt Disney, y mis hijas han crecido viendo sus películas. Pero los cuentos de mi padre eran únicos. Cada cierto tiempo le pedíamos el cuento de LA MARIQUILLA, que sabíamos el día que lo empezaba, pero no cuándo lo terminaba. Haciendo un ejercicio inmenso de memoria, creo que continuaba con así:

Bueno, pues la madrastra y su hija, después de reírse de ella, insultarla y mandarle una pechá de tareas se marcharon, dejándola sola.
La pobre de Mariquilla, lloraba y lloraba en un rincón, con tanta desesperación que partía el alma. No tenía consuelo y era tanta su pena y desesperación que no vio cómo se iluminaba el rincón donde yacía y aparecía una anciana con el rostro más bonachón y cariñoso del mundo entero. La anciana le pasó la mano por la cabeza y le preguntó:

-“¿Porque lloras con tanta pena, Mariquilla?”- Y la niña le contestó:

-“Tengo la posibilidad de ir al baile para estar con el hombre del que me he enamorado, pero, ¿quién se va a fijar en mí?, ¡si soy un adefesio!. No tengo vestido que ponerme y mi madrastra me hace trabajar tanto que no tengo fuerzas ni para aguantar el pellejo. ¿Cómo voy a ir a ningún baile ni ná?, a ver ¿Quién me va a querer a mí?”-

La viejecita le peguntó: -“¿y cuándo es ese baile al que quieres ir?”- La niña le contestó: -“durante tres sábados seguidos a partir de éste. ¡Qué desgraciadita soy!. Si viviese mi padre tendría algún consuelo. Con lo solita que estoy, ¿quién se va a hacer cargo de mí?”-

Entonces la anciana le dijo: -“No te aflijas Mariquilla, que yo soy tu Hada Madrina y conseguiré que asistas a esos bailes”-.

Y así lo hizo.

Cuando llegó el primer sábado, la madrastra y su hija se acicalaron muy temprano y se fueron al baile, mofándose de la pobre de Mariquilla, que estaba fregoteando el suelo: -“Anda y termina, desgraciá, que llevas todo el día y aún te quedan los trapos que recoger antes que caiga la noche” - . Y con las mismas, se fueron.

Cuando terminó de fregar toda reventá, la pobre de la  Mariquilla se fue a su rincón y se hizo un ovillo llorando, sin acordarse ya de lo que le dijo la anciana.
Pero de repente sintió un resplandor y la anciana apareció y le dijo: -“No llores Mariquilla. Déjalo todo en mis manos, pues esta noche acudirás al baile del príncipe”.

Entonces, moviendo una varita mágica, se hizo un remolino alrededor de Mariquilla y apareció de repente una niña tan guapa que palideció el cielo al verla. Tenía el pelo rubio y resplandecía como el trigo en verano y la piel tan blanca que parecía de nácar, pero como la pobre había estado tan sucia siempre, nadie se había dado cuenta.

Luego el hada madrina le trajo un vestido que tenía el color del campo en primavera, estaban bordadas todas las flores en su falda  con unos hilos tan finos, y parecían tan de verdad, que incluso olían  al rocío de la mañana. El corpiño estaba bordado con racimos de margaritas que realzaban el pecho y el escote de la niña, de tal forma que ella misma era una flor. La calzó con zapatos de cristal. Hizo que una calabaza del campo se convirtiera en carroza y que dos ratones del campo fuesen sus caballos. Y le dijo:

-“Mariquilla, lo único que te pido es que recuerdes que antes que den las doce campanadas tienes que volver a tu casa, porque el encantamiento desaparecerá”-


La niña estaba como en una nube. Riendo y saltando, le dio las gracias a su Hada Madrina y se fue al baile del palacio…

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