EL POR QUÉ DE ESTE BLOG

EL POR QUÉ DE ESTE BLOG

Bueno, bueno, bueno, pues se explica en pocas palabras: ESTOY EN EL PARO.

Si, después de 34 años trabajando, ahora estoy en el paro y como la cosa me temo que va pa´ largo, pues tengo que fogá, ¿sabéis lo que es eso?, pues que necesito algo que hacer para quemar energía.

Trabajando en hostelería, tratas con todo tipo de personas al cabo del día, clientes y compañeros de trabajo, y si además la mayoría son mujeres, que somos muy charlatanas y llevamos muchos años trabajando juntas, filosofamos mucho de familia, noticias, arte, cultura, actualidad en general y cotilleos; pues eso es lo que me falta, compartir.

Cuando estoy cocinando con la radio puesta y me viene a la cabeza algo que creo es interesante y que podría compartir, lo escribo en el ordenador, y como me he apuntado al feisbuk, lo comparto con la corrala cibernética de familia y amigos.

Ahora me han dicho que sería interesante que hiciera un blog. Pues vamos a ello.

Advierto que son cosas mías, igual hay veces que se me va la olla, son cosas cortitas del día a día y los que me leen hasta ahora dicen que les hace gracia, sólo escribo cuando encuentro algo que me inspira y creo que se puede compartir.

SI ME QUERÉIS, SEGUIDME.

sábado, 26 de marzo de 2016

LA MARIQUILLA VIII



LA MARIQUILLA VIII


Pues parece ser que los nietos de mi padre, van a conocer también este cuento, porque lo bonito, no es darlo a leer a los niños, sino contárselo como mi padre nos lo contó a nosotros y así darle énfasis, cada uno tendrá algo que aportar, digo yo.

Continuamos…


Pasaron los meses y Mariquilla se recuperaba poco a poco en la casa del buhonero. La niña tenía los ojos cubiertos con una venda y como no podía moverse sola, se entretenía con las cintas de lazo que sobraban en los carretes y que no vendía el buhonero. Cada día practicaba haciendo manualidades como lazos y flores, que le quedaban cada vez más bonitas. Cuando el buhonero se dio cuenta de la habilidad de la niña, y como le daba pena dejarla tantas horas a solas, terminó proporcionándole cintas de colores y se las clasificó diciéndole dónde estaba cada color.  Llegó a hacer unas rosas muy bonitas y comenzó a llevarlas para adornar el carro, pero es que de toda la mercancía que llevaba en el carro, era la que cada vez mejor se vendía en el mercado, pues a las señoras les encantaban y de esta manera, ayudaba al viejito con su mantenimiento.

El buhonero, aunque era muy pobre, la cuidaba bien, lo poco que tenía lo compartían y así comenzaron a cogerse cariño. La niña fue mejorando poco a poco y al cabo del tiempo le fue contando su triste historia, así se fue desahogando y llorando todas las noches se quedaba dormida.  Entonces el buhonero pensó en ayudar a Mariquilla y para ello le dio todos los lazos de color rosa que tenía y esperó hasta que tuvo bastantes para  un canasto lleno de flores. A la semana siguiente, la única mercancía que llevaba era el carro cargado con la cesta de flores y se fue por el pueblo pregonando “¡CAMBIO ROSAS POR OJOS!”. Pensó que tal vez de esta forma tuviese suerte y encontrara los ojos de Mariquilla.

Y así lo hizo. Todos los días se pateaba los mercados de los pueblos cercanos con un canasto precioso de rosas  hechas con cintas y pregonaba “¡CAMBIO ROSAS POR OJOS!”. La gente cuando veía lo bonitas que eran las rosas y que el buhonero no aceptaba dinero a cambio, sino sólo ojos, salían corriendo a arrancarle los ojos a los gatos, a los perros y a cualquier bicho que encontraban en el campo para cambiarlo por las flores. Así, cuando el buhonero llegaba a su casa, le entregaba a la Mariquilla un cesto lleno de ojos.
La niña los enjuagaba y se los probaba. –“Estos no… Estos no… Estos no… Estos no…”-

Al otro día el buhonero salía para el mercado con su nueva carga de flores y la niña se quedaba en la casa con la esperanza de que en algún momento el buhonero encontrara sus ojos, y con esta ilusión seguía haciendo flores cada día más bellas. Hasta el día en que el buhonero volvió todo triste, porque dedicándose al empeño de encontrarle los ojos, se había quedado sin dinero, y así se lo dijo a Mariquilla.
Entonces la niña le dijo que no se preocupase, y metiéndose en su cuarto, sacó un peine y se lo pasó por el pelo. Al momento tenía una bolsa llena de las perlas más lindas que nunca se hubiesen visto, y dándosela al buhonero, le dijo que comprase comida y todas las cintas que hiciesen falta.
Entonces el viejo  buhonero se puso a dar saltos de alegría muy contento, porque mientras la niña estuviese con el, nunca iba a pasar hambre.

Mientras tanto, en el palacio, la madrastra se aburría. Como no era buena, se entretenía en hacer trabajar a las criadas de palacio y les mandaba tantas obligaciones que por la noche las pobres criadas caían derrengadas y la odiaban a muerte.

El príncipe no amaba a su esposa, porque sabía que lo había engañado, y no le hacía ningún caso; no la llevaba cuando iba de cacería, no se la presentaba a sus amigos ni la sacaba a bailar cuando se celebraba alguna fiesta en palacio.
Pero a ella no le importaba, ambas habían subido al máximo en el escalón social y no pensaba renunciar a ello, aunque la única distracción fuera hacer trabajar hasta reventar a las criadas.

Una tarde estaba asomada a una ventana del palacio cuando vio pasar al buhonero, que harto de no encontrar en el mercado lo que andaba buscando, decidió darse una vuelta por el pueblo y los alrededores, oyéndole recitar su mercancía: “¡CAMBIO ROSAS POR OJOS!”…

Continuará…



No hay comentarios:

Publicar un comentario