Si
es que no me entiendo ni yo, ¿cómo pretendo que los demás me comprendan?
No sé
si sabré explicar lo que quiero decir, o como dice mi hermana, me guardará esta
crónica como un desahogo más y la publicará cuando yo ya no esté, pero es que, desde
que fue mi cumpleaños y comenzó abril, ando endemoniá,
si fuese un hombre diría que me falta un buen revolcón.
Esta
Semana Santa no he tenido ni paciencia para ver de pasar las procesiones, que
el Señor me perdone, pero las imágenes se me antojaban muñequitos bailantes de
un lao pa’ otro. Ese fervor religioso
de tanto golpe de pecho, pa’ luego escuchar al pobre de turno decir por lo
bajinis cuando pasas y no le das una moneda, “olé por tanto buen cristiano”…, no puedo, no puedo, lo siento, pero
tanta comedia me supera. Y eso que pienso que todos los años es bueno que haya
Semana Santa, pa’ recordarnos toda la pasión y muerte de Jesucristo, que murió
por nosotros y para recordarnos los grandes pecadores que somos. Fíjate que, ya
cuando Noé, el Señor tuvo que inundar la tierra pa’ quitarnos de en medio por
la lujuria, codicia, y todo tipo de celos y envidias que corroían al ser humano,
y mira que eran unos pocos, ahora que somos más, tenía que haber una Semana Santa
por lo menos cada tres meses, pa’ darnos cogotazos unos a otros y ponernos las
pilas más a menudo.
Y no
es que haya estao encerrá en mi casa,
que hice rutas por el campo: un día hasta el monasterio de Los Monjes, otro a
Puerto Rico Alto y otro, desde el nacimiento del río del preciosísimo pueblo de
Istán, bajando por las vegas y subiendo de
nuevo al pueblo. Estoy guarnía, reventá a más no poder. Pues ni por esas
se me va el diablo del cuerpo.
Yo
no soy supersticiosa, pero cuando he viajao,
he encendío velas en todas las
iglesias de todas las religiones del mundo, para darle gracias a Dios por todo,
y por si lo que hay un poco peor puede ir a mejor, con mi voluntad y con mi
trabajo, -como el del chiste, “porque señor, si te pido fuerzas...”- Cuando hay
un proyecto pendiente enciendo velas blancas en mi casa, de olor, porque ya que
las enciendo, que la casa huela bien. El viernes hay que encender romero pa’
que salga lo malo y entre lo bueno, cuando me acuerdo lo enciendo y meto un
olor a porro en todo el bloque que alucinan hasta los mosquitos.
Pero
no sé qué me pasa que hasta mi familia, que es lo que más adoro, ha visto el
demonio que tengo dentro, y no es que me arrepienta de lo que digo, -porque
hablo desde el convencimiento de lo que digo-, pero… tengo que pedir perdón por
las formas, que no son las correctas y mi madre me educó muy bien pa’ que ahora
yo pierda las formas de mala manera, y me reitero, no es lo que digo, sino cómo
lo digo, que hay maneras y maneras.
Pues
pasó la Semana Santa
y el domingo, como colofón, cumpleaños de la
mamma en mi casa, que llevaba advertío desde hacía semanas que no quería
celebración ni regalos, y cuando llegó el día, se me puso toa pollita, “que si no nos reuníamos para comer por su cumple, que
si lo iba a pasar solita, que si qué pena que en un día tan señalao iba a comer solita…”. Total, que
se vino a comer a mi casa y aunque toda la semana me porté bien, fue el fin de
fiesta, con arroz con leche y por la tarde se presentaron toda la panda con
torrijas, dulces y hasta hubo champán. En fin, como siempre que nos reunimos,
si no es con comida de por medio, no es igual.
Pues
estoy yo ahora pensando, intro pa’ mí, -que es cuando me salen las crónicas-,
que hace como quince días que me quité la cadenita con la cruz que suelo
ponerme al cuello para ponerme un collar, y no me he dado cuenta hasta ahora. Mira
que si fuese eso y me han echao mal
de ojo… total, creer no creo, pero tener algo a lo que agarrarse siempre ayuda,
¿no?
Que
me la pongo ahora mismo, vaya, y ya os contaré.