Se acabó la
remembranza o C'est fini la comédie.
No se si
todo esto vino porque cada vez que veo los ojillos azules de mi nieta me
acuerdo de mi padre y de mi madre reprochándole que no le hubiese dao ni un
hijo ni un nieto de ojos azules como los suyos. Se que hubiese disfrutao con
este bichillo nuevo en la familia igual que con todos los anteriores y le
hubiese mordido/besado, sin dientes, por todas partes, no pudo ser.
Pero en fin,
espero que el final no os defraude. Continuamos.
“Entonces la madrastra,
curiosa, mandó a una de las criadas para ver qué tipo de mercancía llevaba el
buhonero.
Cuando
la madrastra tuvo en sus manos las rosas tan bonitas, quedó prendada y le dijo al
viejito que se las compraba todas. Entonces el buhonero le dijo que no, que sólo
las podía cambiar por ojos y era el único trato que aceptaba a cambio de las
flores.
La
madrastra estaba roja de cólera, no podía permitir que un viejo no le diese el
capricho de las flores, y estaba que arañaba el suelo con los dientes y las
criadas se reían por detrás, viendo cómo cada vez se ponía más y más roja. Pero
de repente vino su hija, la llevó aparte y le recordó que no habían tirado los
ojos de Mariquilla.
Le
dijo al buhonero que esperase y salió corriendo encargándole a la guardia que
el buhonero no saliera de palacio.
Se
fue a su cuarto y sacando una caja que había guardado debajo de su cama, la
abrió. Dentro había un frasco con los ojos de mariquilla, secos, claro, pero
ojos, a fin de cuenta. Cuando volvió al salón se los dio al buhonero a cambio
de las flores.
El
pobre buhonero, cuando vio los ojos secos y chuchurríos
se imaginó que esos podrían ser los ojos de la pobre Mariquilla, así que le dejó a la madrastra el cesto lleno de
flores y salió corriendo como alma que lleva el diablo hasta su casa.
Cuando
llegó se encontró a la pobre Mariquilla con los dedos desollados de tanto
plegar cintas de colores y le dijo:
-“Toma
Mariquilla, pruébate estos ojos que te traigo”-
Mariquilla
le contestó:
- Pero cómo buhonero, ¿sólo me traes un par de
ojos?”-
Y él le contestó:
- “Tú pruébatelos, porque me parece que esta
vez hemos acertado”-
Cuando
la niña tocó los ojos y los sintió tan secos se los metió en la boca y los tuvo
un buen rato chupándolos hasta que de nuevo volvieron a estar hidratados. Cuando
los notó jugositos, se los puso en las cuencas y cerrándolos muy fuerte, esperó
un tiempo.
El
buhonero cogió las manos de la niña, se arrodilló con ella y se pusieron los
dos a rezar. Rezaron tanto rato y con tanta fe, que cuando la niña abrió los
ojos estos brillaban con tanta fuerza que al principio no pudo ver nada, pero
al cabo de un buen rato la niña empezó a llorar y las lágrimas limpiaron los
restos de polvo y suciedad y volvió a ver. El buhonero y la niña empezaron a
bailar y a reír tanto rato que al final les dolía la barriga de la risa.
Se
tiraron al suelo y se revolcaron, jugaron con agua y se mojaron enteros y
cuando se les pasó la euforia, pensaron a ver de que manera podría
desenmascarar a la mala malísima de la madrastra.
Como
no podían ir sin más al castillo, Mariquilla se fue a vivir a su casa, la que
era de su padre, con el buhonero, y se instalaron allí por un tiempo para
pensar que era lo que iban a hacer.
Pasaba
el tiempo y Mariquilla volvía a ser una muchachita feliz.
Aunque
trabajaba limpiando la casa, haciendo la comida y la colada de ella y el
buhonero, siempre estaba cantando coplillas de la época y ahora que no estaba
tan agobiada, siempre procuraba estar limpia y reluciente.
Con
el cabello brillando al sol y haciendo la colada cerca del pozo, la encontró de
nuevo el Príncipe, que no había dejado de ir por allí de cacería.
En
cuando la vio la reconoció y se fue corriendo hacia ella. La tomó en sus brazos
y los dos dieron vueltas y más vueltas riendo y llorando a la vez de felicidad.
Cuando
se tranquilizaron, Mariquilla le contó al príncipe toda la historia, lo
malísima que había sido la madrastra con ella y lo bien que se había portado el
buhonero.
Entonces
el príncipe volvió al palacio con Mariquilla y el buhonero, que se quedó a
vivir con ellos, y de un puntapié puso a
la madrastra y a su hija en la calle.
Como
se había casado engañado, se lo contó todo a su padre, que anuló el matrimonio
anterior y se casó con Mariquilla que era su amor verdadero.
Y
VIVIERON FELICES Y COMIERON PERDICES PARA SIEMPRE…”
Más
o menos es así como lo contaba mi padre, pero es imposible contarlo exactamente
igual que él, porque sieeeeeeempre cambiaba algo o añadía nuevas maldades de la
madrastra.
He
querido compartir este cuento en honor a mi padre y a los buenos momentos que
nos hizo pasar en la niñez con sus cuentos y sus historias. No nos pudo dejar
mucho en lo material, pero de lo importante, nos hizo ricos, a la vista está…
Gracias
papá.