Here I am agaaaaiiiinnnn. Hola de nuevo. ¿Que
cómo estoy?, cansá, muy cansá, pero bien.
He
hecho el Camino de Santiago desde Sarria con unas amigas y me piden crónica,
pero no sé cómo describirlo: soy toda sensaciones, estoy como atontá. Me falta
el levantarme por la mañana, calzarme los tenis, coger agua, meterla en la
mochila y ponerme en camino, sin nada más en la cabeza que andar, andar y
andar. Tengo en las pupilas el verde intenso de los campos y en la nariz el
olor a vacas y aunque el clima es canalla, -como ya lo sabíamos-, nos
agenciamos ponchos de agua y a tirar millas.
Es
un viaje que tenía en mente hacer, pero nunca sola, porque soy muy cagona. Me
fui sin ningún tipo de expectativa, sólo a ver qué es esto de lo que tanta gente
habla. Como no son unas vacaciones al uso tienes que ir con gente que vaya
en la misma sintonía, la misma que ya encontré desde que me monté en el tren
con destino a Sarria... a partir de aquí no hay otra conversación que el camino.
Es un camino, pero a la vez es un encuentro de culturas, nacionalidades y
distintas motivaciones para hacerlo, y aunque el camino es único, hay muchas
maneras de hacerlo.
Bueno,
pues por muchas clases de Pilates y por mucho que me haya pateado a diario el
paseo marítimo de Marbella, ná que ver con los veintitantos kilómetros diarios
que hemos andado. Cuando sientes que los gemelos se te doblan de tamaño y que
las piernas están tensas como cuerdas de violín, después de subir pendientes
mojadas y resbaladizas por las hojas, pasar a través de torrenteras de ríos
furiosos y bajar cuestas súper empinadas con gravilla suelta, te imaginas
tumbarte en una litera y, como me dijo una chica, -yo ya no tengo edad para eso-.
Para entonces mis amigas habían contratado hospedaje en casas de turismo rural,
y como dice mi madre, “hambre que espera hartura, no es hambre ninguna”. Venían
a recogernos a pie de la iglesia de turno, después de tener la cartilla sellá. Nos
hemos dado unos bañitos de amor en bañera grande, cena de marquesas o de
obispos y cama súper confortable. Como hemos ido de “peregri-pijas”, se contrató también a una agencia que llevaba
la mochila grande al siguiente hospedaje y después de ponernos los apósitos en
los pies, crema antirozaduras y factor protección 50 in the face… con frutos
secos, dátiles, una botella de agua, chubasquero
en la mochila pequeña y nuestro cuerpo serrano bien desayunado, otra vez al
camino. Y andar, andar, andar…, y encontrarte con gente que va a otro ritmo,
pero el camino es el mismo, van en etapas más cortas o llevan más tiempo,
o jóvenes de albergues que a la llegada se reúnen en la sala a lavar
calcetines, tomar unas cervezas y confraternizar. Y aunque ya digo que el
camino es el mismo, las motivaciones por las que las hace cada uno son
distintas, así que te encuentras con personajes como la señora holandesa de
unos sesenta años que arrastra un carrito de aluminio desde hace un mes con sus
pertenencias, o adelantas una familia americana y de repente de la mochila
asoman unos ojitos azules con chupete, de unos nueve meses, tó feliz, o las dos
amigas de Milán con las que nos fundimos en un abrazo santiaguero en la puerta
de la catedral.
Después
de cinco días así, cuando bajas el Monte de Gozo y llegas a Santiago, es como
salir de una burbuja y volver a la realidad, y aunque es ruta de peregrinos, te
sientes observada como un hare Krisna por el paseo marítimo de Marbella, cansada como una mula, con espíritu de
peregrina y unas ganas locas de ver la catedral. El mercantilismo que rodea la
llegada hace que se diluya el espíritu con el que entras en la catedral y hagas
“chofffff”… Luego te dan la compostelana, título que convalidas
con la cartilla que has ido sellando por el camino. La oficina está mal señalada
y fuera de la catedral, y encima tienes que subir escaleras, cuando llevas los
gemelos que parecen que se te van a partir. Una señorita te pregunta si vienes
a pié o en coche y si el camino es por motivos religiosos, y te da la cartulina
con tu nombre en latín. Sanseacabó.
Nos
quedamos dos días más en Santiago porque pensábamos ver Finisterre y tirar las
zapatillas o quemarlas en el fin del mundo, pero no pudo ser. El clima otra
vez, así que cogimos el tren y nos fuimos a Vigo, preciosa ciudad donde nos
comimos la mariscada reglamentaria.
Y
vuelta a Santiago. Fuimos a misa dos días y los dos días volaron el
botafumeiro. Impresionante. Luego, en el bar del obispo, que tiene unas tapas increíbles,
le dejamos la mesa a María del Monte y a su amiga, que nos dijo el maître que
iban mucho por allí, y como una de mis amigas estuvo todo el camino cantando la
canción “yo iba de peregrina y me cogiste de la mano”, pues parecía que
habíamos invocado su espíritu y nos reímos como locas.
Como
ya digo, el camino francés, que es el que hemos hecho, es sólo uno, pero hay
muchas maneras de hacerlo. Mi experiencia ha sido ésta y así la he contado.
Me ha encantao! Un besazo del yerno de una de las peregrinas.
ResponderEliminarGracias, mi hermana dice que hecha de menos el nombrar a mis compañeras de peregrinaje, pero ya sabes la discreción que las caracteriza, pero no he podido estar en mejor compañía.
Eliminarque bonitooooooo estoy reventá na más de leer
ResponderEliminarenhorabuena
Gracias!!! De peregrina a peregrina, no se puede explicar mejor.Es el camino que hemos vivido el que cuenta La Paca en su crónica ..... Enhorabuena!!!!!............buen camino hermana peregrina, la mejor compañera que podíamos tener...������������������������
ResponderEliminarCongratulations Pilgrim!
ResponderEliminarEspero que hayas disfrutado mucho con los paisajes, y con los bellos parajes que te has encontrado, Palas de Rei, Arzua, Melide y otros tantos sitios que has conocido.
Un beso muy grande y a seguir así.
Antonio Rosado
(El informatico del amor y tri-peregrino)
Querida Paqui: Que bonito y que bien contado!!!!! Me encanta. Es como vivirlo otra vez pero sin andar.......;)) Un beso de una compi peregrina. (Luchi)
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