Ayer
fui al teatro a ver una obra que mi hermana tenía muchas ganas de ver. Íbamos a
ir a Madrid, pero no hizo falta porque la estrenaron aquí, en Málaga. Se trata
de la de “Sofocos 2”, que va, como su propio nombre indica, de los sofocos de la
menopausia.
Cachondeo
puro. Me di una pechá de reír que todavía
me duelen las costillas. Buenísimas las interpretaciones, por lo bestias y por
lo ridículo y veraz, como la vida misma. El teatro a reventar, lleno absoluto y
una media de edad que superaba con creces los cincuenta años.
Las
señoras muy bien ataviás, con mucha
peluquería y algunos señores también con ganas de pasarlo bien, porque de eso
iba la obra, de pasarlo bien y de reírse de los sofocos.
Y
aquí estoy, con mis sofocos, intentado hacer la maleta, que me voy a Alemania
unos días, -ya os contaré-, y no sé qué ropa llevarme, porque cuando me da el
subidón me sobra tó, hasta el pellejo.
He
estado tomando café en una recachita
del puerto y casi me pongo en tirantes, pero claro, es que esto es Marbella, aunque
cuando se va el rey (sol), como dice mi amigo de la cafetería, abrígate o se te
coge a la garganta rápido. Ahora, que me voy a llevar ropa de invierno para abrigarme
bien, pero el abanico también me lo llevo.
Y es
que aparte de los sofocos, que tampoco es para tanto teniendo un abanico a
mano, me encuentro, gracias a Dios, fantástica de la muerte, luchando con mis
kilos, como siempre -porque la genética manda-, y con ganas de todo, todo, todo,
y sin problemas de hinchazones de períodos ni cambios constantes de humor pre,
durante y post.
Por
lo tanto, no entiendo por qué algunas personas hacen la ecuación “menopausia =
vejez = se acabó, que se pare el mundo que me bajo".
No
lo entiendo, porque la experiencia que estoy viviendo a mis cincuenta y tantos
conmigo misma y las amigas que me rodean, que somos más o menos de la misma
quinta, no tiene nada que ver con achaques, desgana ni falta de ningún tipo. Al
contrario, creo que si nosotras mismas no nos sujetáramos en conciencia con
obligaciones familiares, estaríamos de pingondeo
todo el día como si fuésemos adolescentes.
Que
la menopausia no es una enfermedad ni la juventud sinónimo de bienestar. Que
hay o no hay ganas. Que se apetece o no se apetece. Que hay humor o no hay
humor. Y que mientras hay salud y ganas, pues en la medida que se pueda, se
disfruta, se tenga la edad que se tenga. Y la que es rancia y quejica, lo será
a los treinta lo mismo que a los cincuenta, y siempre tendrá un achaque al que
agarrarse.
Lo
que no se puede pretender es que, si
nunca has hecho deporte, de repente te apuntes al aerobic para aparentar
tener menos edad, ya se sabe que las rodillas no van a aguantar… y aparentar
psssssss, se puede aparentar. Igual que
vemos veinteañeras celulíticas minifalderas, nadie te pide el carnet para comprarte
unos leggins y plantarte una minifalda. ¿Que no es lo mismo?, bueno, ¿pero quién
soy yo pa´ decirle a una cincuentona
lo que se tiene que poner?, si por ponerse, a esta edad, te puedes poner el
mundo por montera, ¿o no?
Pues
eso, menopausia, sí, ¿Y QUÉ?
somos cincuentañeras y a quien no le guste que le den
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