Tengo
un recuerdo de cuando yo era chica y volviendo del colegio toa enfadá, le decía a mi padre, que era un gitano muy gracioso: -“papaaaaaaa, una niña en el colegio ma´ dicho
que tengo piojos”-, y mi padre me daba un achuchón y haciéndome reír, me decía:
-“¿Dónde está esa rascacia, que la
voy a cogé y la voy a dejá como a una gatilla zollá, le voy a pateá los higadillos y me voy a cagá
en toa su casta entera”-. Yo, muerta de risa, entendía todos los conceptos que
tenían que ver con la mar, pero lo de “toa su casta entera”, me sonaba a
familia desde la primera generación a la última, pero no sabía muy bien a qué
se refería.
Luego,
cuando fui mayor y vi una película que me impactó muchísimo, “La ciudad de la alegría”, con el Patrick
Swayze, ambientada en la India,
me enteré de lo que significaba pertenecer a una casta.
Si
hubiésemos sido hindúes, nosotros, que nacimos pobres, que nos criamos en la
casa vieja de la playa, un antiguo almacén de pescado, con quicios hechos a
media pared con cañas y pegados con mortero, donde se metían las chinches y hacían
nidos las arañas y se escondían las cucarachas cuando apagábamos las pocas
luces que había, estaríamos viviendo allí, con toda la prole que los seis
hermanos hemos tenido, y la nieta que estoy esperando se criaría en la chabola
más pobre que hubiese cerca. Pero no somos hindúes, y aunque nacimos pobres,
gracias a una madre mu pesá, -pero que
muuu pesá-, que nos animó a que
estudiásemos, y que nos hacía los vestidos con retales, pero que nos pagaba una
profesora particular de inglés, y que nos animó a que nos preparásemos para
tener un futuro mejor. Así pudimos salir de las chabolas y hoy tenemos una vivienda digna. Incluso nos hemos podido permitir algún viajillo de lujo,
cuando la cosa ha ido medio bien, aunque fuese pagándolo a plazo en El Corte
Inglés.
A lo
que iba, trabajando mi marido y yo, hemos podido ayudar a mi hija con la
hipoteca de su casa, y ahora me dice el banco que por haberle dejado un poco de
ese dinero, se considera una donación a mi hija. Hacienda, que por lo visto en Andalucía
por donación es donde más cobran de toda España entera, me puede crujir a la niña con un peazo de multa si no declara un dinero
que ha recibido mío, de mis ahorros y de mi trabajo.
Leí
ayer en la revista Hola una declaración de la Marina Castaño, a raíz de la
herencia del Camilo José Cela, que le quitan pa´ dársela al hijo del Camilo y
ella dice “los padres están obligados a dar de comer y mantener a los hijos, no
a enriquecerlos”. Pues que le pregunten al Chaves, Griñán y Pujol, a ver qué
han hecho con sus hijos, esa casta, que nacieron trabajadores y hoy están
enriquecidos de una manera que produce mareo por la cantidad de dinero
acumulado en tan corto espacio de tiempo, donde se manejan cifras que son
absolutamente indecentes, que sólo el oírlas una y otra vez en los medios de
comunicación, te da mareo. Esta gentuza, esta casta de corruptos y
ladrones, ellos y todos los que se han
arrimado a la política todos estos años para lo mismo, ¿qué hacen que están
todavía en libertad?, que me quitan del sueldo de mi marido y ahora de mis ahorros
pa´ seguir manteniéndose en un nivel de vida que no les corresponde…, pues como
decía mi padre: ME CAGO EN TOA SU
CASTA ENTERA.
Casta de parasitos
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