Pues
nada, que mi día a día está inmerso en casa, comida, limpieza, eventos
familiares y tiendas… muchas tiendas, y es muy curioso que habiendo tanto paro,
los grandes empresarios de centros comerciales bajen la calidad del producto. No
hablo de marcas, sino de su producto, y no contraten dependientes, porque te
puedes pasar dos horas dando vueltas por los pasillos y no ves ni un alma
caritativa, dícese dependiente o dependienta con ganas de trabajar que te
busque una talla o que te informe sobre un modelo en concreto en otro color. Si
pretenden paliar la crisis con esta fórmula, que falla de todas-todas, -porque
si te mosqueas y te vas, pierden una venta, ¿no?- ,pues eso, que falta personal
en todas partes.
Sé
que con la calidad de la ropa estoy igual de pesada que con los kilos que me
sobran, pero es lo que veo, no hay término medio, o seda pintada a mano que un
saquito pa´ la nena, o sea, yo, que te puede rondar cerca de los mil euros, -si,
si, si mil euros-, o ropa chinesca, mal cosida y con un punto que se te marcan
todas las mollas/michelines, y a precios que no lo valen. Y luego las pocas
dependientas que quedan, o están más quemadas que la pipa de un indio o se contagian
de la desidia que hay en el ambiente y prefieren formar corillos para hablar
entre ellas y te dicen que lo que hay es lo que está expuesto, que si se vende
o no les da igual, pero no se molestan, para qué, si a nadie le importa.
Así,
cuando vas por los pasillos y oyes la voz en off que te informa de la nueva
política de que, pidas lo que pidas te buscan por cielo, mar y aire la
mercancía, te da un ataque de risa por la descoordinación que hay entre la
oficina de marketing y el que está a pié de obra. Un desastre total, porque
falta personal.
Mi
hermana me comenta que se va a informar para, a lo mejor, abrir una escuela de
formación de dependientas. Antes, había aprendiz, dependienta y encargada, las
normas las ponía el dueño y el encargado hacía que se cumpliesen. Normas de
atención al cliente, no escritas, pero que cuando entrabas a trabajar te
supervisaban un periodo de aprendizaje y si no te adaptabas, a la calle. En un
negocio donde hay uniforme, yo aprendí que somos todos iguales; modernos,
antiguos, pijos, clásicos, si, pero eso en la calle, cuando te pones el
uniforme de trabajo, todos somos iguales. Te pedían, sobre todo, mucha higiene,
pelo recogido, pendientes pequeños, maquillaje suave, uñas sólo con brillo, y
el día que te presentabas de cualquier manera, o te escondías y lo arreglabas,
o te daban la bronca, y si era muy grave, el despido. Estaré mayor, chocheante e intransigente, aunque no
siempre el tiempo pasado fue mejor, hay conductas que, por muchas universidades
que pases o por muchos masters que estudies, en el día a día, en el trato con
el público, hay muchas lagunas para vender cara a cara, y se ha crispado mucho,
ha perdido supervisión por el tema de los recortes, hay mucha desidia y sobre
todo, falta mucho personal.
A
ver si los empresarios se ponen las pilas, pero a todos los niveles, incluso en
la cafetería de mi barrio hay un sólo camarero para la barra y las mesas y
tardan un siglo en atenderte. Yo comprendo que los impuestos suben, que quien
tiene un negocio es para ganar dinero, pero si no me atienden bien, no gasto,
no vuelvo a esa tienda, no vuelvo a esa cafetería y pierden clientes. ¿O no?
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