Cuando
yo era chica, mi padre era de la mar, pescador, y éramos pobres, muy pobres,
como sólo puede serlo quien no sabe cuándo vendrá una buena pesquera para ganar
algo de dinero, de noches de mal tiempo y noches de no sacar ni pescado para la
casa.
A
fuerza de mucho pelearse con mi madre y de hacerle ella el cigarrón en la cama, consiguió que trabajase en tierra; por
aquel entonces ya tenía cuatro hijos en el mundo. Cuando mi madre no estaba
embarazada, limpiaba y planchaba por horas, porque nunca quiso pedir prestado
para pagar más tarde, como le decía mi padre que hiciese y que tenían por
costumbre hacer las mujeres de los demás pescadores. Mientras tanto, todos íbamos al colegio,
todos, porque mi madre sabía que la única manera de salir de aquel pozo era preparándose
para conseguir un buen trabajo, ya que no se disponía de ninguna clase de renta
ni esperábamos ninguna herencia de algún pariente lejano.
Bueeeeno,
pues mi padre, por fin, entró a trabajar en el gran hotel Don Pepe, cinco
estrellas gran lujo, de ayudante en el servicio técnico, sueldo fijo, pagas
extras -que nunca se vieron porque eran para profesores particulares de idiomas
y matemáticas-, y puntos por familia
numerosa. Y a pesar de todo, cuando mi hermana la mayor cumplió catorce
años, tuvo que ponerse a trabajar porque
con lo que ganaba mi padre no había suficiente para comer. Para comer
simplemente, ni hipotecas, ni coches, ni viajes: no había suficiente para
comer.
Ahora
estoy oyendo al presiente de Caritas denunciar en televisión que a pesar de
conseguir trabajo, siguen necesitando ayudas las familias para poder comer, que
los sueldos son bajos y precarios.
Tengo
a una amiga que trabaja en un hotel en el cual llevan más de cinco años
soportando EREs, impagos, no hay subidas de salarios y ya ni se acuerda de la
última vez que recibió una nómina completa. En todo este tiempo, el hotel no ha
cerrado, siempre tiene trabajo, incluso más este año, que con la crisis del Mediterráneo,
con los terroristas asaltando a los turistas, se ha notado una importante afluencia de gente
en los hoteles de España. Y ahora viene lo mejor: la empresa les ha propuesto a
los trabajadores que este invierno, como no ven opciones de hacer EREs (ir al
paro tres meses), -presupongo que porque han tenido buen año y el gobierno no
le va a aprobar las cuentas-, les dicen de trabajar por el tercio del salario y
el resto cobrarlo cuando llegue el verano, cuando al mes de noviembre, aún hay
personal que no ha cobrado agosto. ¿Es o no es para hacer igual que en Francia
y rajarlos?, porque ya no es sólo el miedo al despido, es el desamparo de los
trabajadores a la hora de aceptar o no unas condiciones de trabajo que durante
cuarenta años eran impensables para este pueblo, que ha organizado huelgas
salvajes por los derechos de los trabajadores y que ahora ve cómo políticos y
empresarios se dan la mano con sindicatos en cenas y comités, mientras se
pisotea a la clase obrera.
Si
volvemos a estar como antes de firmar la Constitución Española, será porque a
los políticos les interesa, sino no se entiende este retroceso tan evidente en
la sociedad.
Y yo
lo único que digo es, si la suerte
favorece a los preparados, el destino favorece a los valientes.
Estaremos
en contacto. We keep in touch, tú ya sabes…