EL POR QUÉ DE ESTE BLOG

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Bueno, bueno, bueno, pues se explica en pocas palabras: ESTOY EN EL PARO.

Si, después de 34 años trabajando, ahora estoy en el paro y como la cosa me temo que va pa´ largo, pues tengo que fogá, ¿sabéis lo que es eso?, pues que necesito algo que hacer para quemar energía.

Trabajando en hostelería, tratas con todo tipo de personas al cabo del día, clientes y compañeros de trabajo, y si además la mayoría son mujeres, que somos muy charlatanas y llevamos muchos años trabajando juntas, filosofamos mucho de familia, noticias, arte, cultura, actualidad en general y cotilleos; pues eso es lo que me falta, compartir.

Cuando estoy cocinando con la radio puesta y me viene a la cabeza algo que creo es interesante y que podría compartir, lo escribo en el ordenador, y como me he apuntado al feisbuk, lo comparto con la corrala cibernética de familia y amigos.

Ahora me han dicho que sería interesante que hiciera un blog. Pues vamos a ello.

Advierto que son cosas mías, igual hay veces que se me va la olla, son cosas cortitas del día a día y los que me leen hasta ahora dicen que les hace gracia, sólo escribo cuando encuentro algo que me inspira y creo que se puede compartir.

SI ME QUERÉIS, SEGUIDME.

sábado, 20 de febrero de 2016

LA MARIQUILLA II



A ver, a ver, igual este cuento está escrito de antiguo, porque mi padre sabía leer y como a sus hermanas no las enseñaron, “en el año de la hambre”, término que definía la juventud de ellos, a cambio de una batata cocida, por las noches él les leía a sus hermanas novelas, e igual mezcló historias y es de donde pudo salir este cuento.
Anyway, como diría mi amiga, el caso es que allí estábamos todos como pollitos, esperando el domingo, que no se iba a pescar, pa´ que continuara con el cuento.
Entre chillidos, hasta ponernos de acuerdo dónde lo había dejado, porque claro, el caso era entretener, relajar y dormir, y para captar toda nuestra atención hacía un relato escatológico y gamberro a más no poder, para hacernos reír, asquearnos, asustarnos y que no nos aburriéramos.



Bueno, pues continuamos con el cuento.

"Pasaba el tiempo y la maestra veía que aquello no funcionaba, aquel zapato no se caía ni pa´ Dios, y  zorra como era, tuvo que ingeniárselas, porque si no, se veía vistiendo santos. Así que cada noche, cuando nadie la veía, echaba su orina en el zapato (mi padre hubiera dicho “se meaba en el zapato”, pero yo que soy una señorita fina…). Que mondaba verduras, pues esperaba que estuviesen podridas y  las echaba al zapato. Que quedaban restos de comida rancios, ¡al zapato! y poco a poco llegó el día que el zapato, oxidao de tanta… mierda, se rompió.

Aquel día la maestra volvió corriendo como loca a la casa de Mariquilla con el zapato roto en la mano, y el pobre hombre, que había dado su palabra, no tuvo más remedio que casarse con la maestra.

La boda se celebró y la maestra dejó de trabajar, yéndose con su hija a vivir con ellos.

Al poco tiempo, el pobre padre, - alguna maldad  le haría la zorra de la mujer -, enfermó y murió, dejando a  Mariquilla sola con la madrastra. A ésta le faltó tiempo para,  rápidamente, ponerla de criada de la casa.

La madrastra la tenia fregando, barriendo, tendiendo la colada…, todo, todo,  en su propia casa. Y así fueron pasando los años. Mariquilla se convirtió en una muchacha muy bonita, pero como estaba siempre llena de hollín y mugre, no se apreciaba.

Un día la madrastra la mandó al riachuelo a lavar tripas de cerdo, pues habían hecho una matanza: -“Te dejo encargao que no se te ocurra volver sin una sola de las tripas que llevas en el barreño, las he contao y al volver las volveré a contar, como te falte alguna te doy pal´ pelo”.

La niña le tenía más miedo a la madrastra que a siete viejas, así que se puso a lavar las tripas en el río, el cual, como había llovido mucho, llevaba bastante caudal y se le escapó una. Temiéndole a la madrastra, se fue corriendo detrás de ella río abajo y cuando el río se metió en una gruta, ella no dudó en seguirlo y al salir, se encontró en un prado, donde por fin alcanzó la tripa. Se quedó mirando el prado, que le pareció precioso, con muchas flores y siguió el camino entretenida, recogiendo flores y sintiéndose muy feliz.
Al cabo de un rato llegó a un claro donde había una casita, se acercó con mucho cuidado y vio a una viejecita que estaba sentada en una silla al sol, muy triste y sola. Mariquilla, que era una jovencita muy noble, al verla llorar se le acercó y le preguntó suavemente: -“¿Por qué lloras?”, -“Porque mis hijos se han ido dejándome solita. Tengo hambre y como estoy ciega, no puedo hacerme de comer”.


CONTINUARÁ …

lunes, 15 de febrero de 2016

LES VOY A CONTAR UN CUENTO

Ya comenté en otras crónicas acerca de mi niñez, que aunque pobres como ratas, fuimos felices, muy felices, por estar rodeados de tanto amor, tan protegidos con tanto cariño y a esa edad tan divina de la niñez en la que no tienes obligaciones, tan sólo quieres tener tiempo para jugar y jugar, sin pensar en nada, solo tiempo para estar con amigos jugando. Esos veranos de playa y sol y excursiones por los ríos y cañaverales de la sierra, sin materialismos, pero con una imaginación desbordante para crear historias con marionetas hechas de calcetines, con ojos de botones y pelos de lana. Nos juntábamos en un colchón en el suelo, todos como cachorrillos y venía mi padre a achucharnos, y hacernos cosquillas llamándonos “rascacios” y mordiéndonos la nariz, con esa boca desdentada, ¡pero qué arte y qué gitano más gracioso era mi padre!, nos moríamos de la risa y luego le pedíamos que nos contara un cuento. El favorito de todos nosotros, el cuento de LA MARIQUILLA, que más de una vez he comentado que lo escribiría y compartiría con vosotros.

Como ahora ando con mi nieta, no tengo tiempo de crear nuevas crónicas. De todo lo publicado, no rectifico ni un ápice de mis opiniones, ni sobre política, ni sobre machismo, ni sobre actualidad de programas. De nada de lo que he publicado hasta ahora me arrepiento, si en algún momento, de algo de lo que he dicho, luego he tenido nuevos datos que me hicieran ver que estaba equivocada, lo diría, pero repaso algunas de las crónicas, y sigo opinando lo mismo.

Entonces, pa´ no repetirme, he decidido compartir el cuento de la Mariquilla en honor a mi padre.
Como sé que cuando hay muchas letras juntas os aburrís, esto va a ir por capítulos. Yo, como la Lola Flores, si me queréis, seguirme...




LA MARIQUILLA

Érase una vez una niña llamada Mariquilla, que vivía en un pueblo con su padre, el cual era viudo, y tenían una buena casa, buena renta y un negocio floreciente. 

Un día la niña volvió del colegio a casa muy ilusionada, porque su maestra  le había dicho que su padre estaba muy joven todavía para estar solo y que podrían casarse.

El padre, el pobre, no tenía ganas de jarana y le dijo a su hija que le dijese a la maestra que no.

La maestra, que también era viuda y tenía una hija, se había empecinado en el viudo, así que le hacía a la chiquilla toda clase de mimos y regalos. Obligaba a su hija a ser encantadora con la niña para que ésta convenciese a su padre, pero el padre decía que no, que no tenía ganas de volver a casarse con nadie.

Pero cada día la maestra le insistía a la pobre niña, y ésta volvía a su casa con el soniquete de por qué no quería casarse con la maestra si era muy buena, si la quería mucho, que así tendría una hermana con quien jugar y no estaría tan sola, que si se portaba tan bien con ella…, hasta que un día el pobre padre, que la veía tan ilusionada, le dijo: -“Mariquilla, dile a tu maestra que cuelgue un zapato de hierro de la pared, y que cuando éste se rompa, yo me casaré con ella”. El padre pensó que se había librado de la maestra, ya que creía que eso nunca sucedería…

CONTINUARÁ …