Po zi, es mala educación y punto.
Estos
meses pasados de comuniones, que da la casualidad que he asistido a la Iglesia a unas cuantas
celebraciones seguidas, ¡qué paciencia, Dios mío, pero qué paciencia tiene ese
cura!, y qué arte, no se puede tener más arte diciendo a la gente que, por
favor, pero que por favor, QUE SE CALLEN.
Me
siento enojada y me da vergüenza ajena cuando oigo a ese cura regañar tanto en
una iglesia abarrotada, -se supone de fieles-, que quieren compartir un gran día
de pequeños que llevan tres años de catequesis, ¡TRES AÑOS!, preparándose para un
día en que van a tomar por primera vez la ostia, y al cura le dan ganas de sacar el látigo y expulsar a
los mercaderes de la Iglesia,
pero ¡por favor!, cómo se les puede fastidiar a unos niños su día por no tener
la suficiente educación y guardar silencio.
Cuando
yo era joven y asistía con mi novio a alguna celebración de Iglesia, los
muchachos se marchaban fuera, o alguno incluso no llegaba a entrar y nos
esperaban en una bodega o en la esquina charlando entre ellos, que no les
interesaba lo que allí se celebraba. Creo que la primera vez que mi marido
asistió a misa fue el día de su boda, y
porque no pudo mandar en su lugar a nadie…
Yo
no le obligo si no quiere entrar, lo que no soporto es que una vez dentro me dé
la tabarra, que se salga fuera y espere, o que no venga, pero hemos asistido a
un bochornazo cada vez, aguantando ese chaparrón del señor cura, que nos ponía
rojos a los que teníamos algo de vergüenza y mandaba callar cada dos por tres.
El
cura se preguntaba que cómo se han podido perder las formas de esa manera, que
en el cine, teatro, museos, se guarda silencio y se mantiene la compostura y en
la Iglesia
no, pero ¿por qué no?.
Este domingo, sin ir más lejos, asistí a un
bautizo. Bueno, pues tres veces me pusieron unos señores el culo en la boca, y
tres veces tuve que rogarles que se apartaran porque yo estaba sentada y ellos
se ponían de pié delante mía, con su culo a la altura de mi boca. Por último mi marido se calentó y tuve que
contenerlo y levantarme para poder ver en paz la ceremonia.
No
hay derecho, estoy indigná. Llega la gente tarde y se pone a saludarse dentro
de la Iglesia
y van subiendo el tono, que de verdad es de vergüenza, porque como dice el
cura, le estáis chafando la ceremonia a unos niños que después de tres años
preparándose, éste es su momento, y no lo disfrutan por culpa de unas personas
que supuestamente les quieren, pero que no pueden estar callados, y a unos
padres, que quieren vivir este momento íntimamente o compartirlo con familia y
amigos, pero que no pueden porque no les dejan.
Este
año pasó, espero que el año que viene se guarden las formas, y si no, propongo
que las catequistas saquen el látigo y despachen a quien no sepa comportarse
dentro de la Iglesia. He
dicho.
Y como
me he calentao, para aguantar los
calores del verano, os propongo hacer batidos con piña y sandia. Cuando yo las
compro, primero las hago trozos y las guardo en la nevera, luego le añado unos
trozos a la batidora con un poco de agua y en vaso largo con pajita entra de
vicio. También, como han madurado todos los limones de golpe, hago una
limonada: primero meto un vaso con agua y cuatro cardamomos en el microondas
para que hierva, luego en una jarra de dos litros pongo el zumo de seis
limones, el agua con el azúcar derretido y las semillas de cardamomo, dos
rodajas de limón y lo lleno de agua fría y hielo. Vitamina C pa´ estas calores
y menos Coca-cola, que pone a los bebes nerviosos.
We keep in touch, ya nos vemos...