Pues
no sabía yo qué nombre darle a las cosas bien hechas que persisten en el tiempo
por su calidad, y cuando descubrí la palabreja hace una pila de años, me
encantó: VINTAGE.
A
ver, yo, que me crié en el rebalaje, comiendo el pescado roÍo que traía mi padre a la casa después de sacar de la red el que
era bueno para vender, y que pude estudiar en el instituto porque mi madre, al
tener tantos hijos, solicitó todas las ayudas que había en aquel momento para
la gente pobre como nosotros, que me vestía hasta los catorce años de ropa
usada o de retales que mi madre convertía con su máquina de coser en vestidos, -en
media hora, sin hilvanar ni nada, tenia un arte…-, pues eso, que tendría yo
unos catorce años cuando la Mari
comenzó a trabajar en la boutique Don Miguel y pasé de vestir “my mother hand made” a usar ropa de
calidad.
Todavía
recuerdo el vestido de punto que le cogí a la María pa´ una feria: un vestido
de punto de seda camisero, abotonado por delante, blanco con capullitos en lila,
de Ives Saint Laurent, que me quedaba espectacular. El punto encajaba mis
hombros, mi pecho, la cintura y resbalaba por mis caderas, esculpiendo una
figura que no tenía, pero que me hacía sentir la reina del mundo, y ahora, si
en aquel tiempo hubiésemos tenido armarios en condiciones, pues sería un modelo
vintage.
Nosotros
en la casa vieja de la playa teníamos un armario de madera de dos puertas pa´
cuatro hermanos, ni qué decir tiene que ni había dinero pa´ ropa ni sitio pa´
amontonar. Cuando a mi madre le parecía, hacia un rebusco y se lo daba a mis
primas… curioso, ¿no? Pobres como ratones, pero aún así, se compartía y se daba
a quienes también lo necesitaban. Pero bueno, esto es tema para otra crónica…
Hasta
que heredaba o le cogía prestado algo que me quedase bien de la Mari, me ponía todos los sábados
la misma ropa para salir: unos vaqueros y una camisa blanca, o el traje de pana
gris Old Chap que mi madre me compró de la Meca de los Pantalones y mi hermano estaba
loco por heredar.
A
través de mi hermana conocí la alta costura, el diseño, los tejidos, los cortes…,
porque al ser una tienda multimarcas, los directores traían de los desfiles
colecciones nunca vistas antes en Marbella, y el dueño de la tienda, que tenía
fábricas de seda y lana en Barcelona, manejaba una mercancía que sólo veías en
las revistas, cuando Saint Tropez era el no va más de la modernidad porque la Brigitte Bardot estaba todo el
día en el candelero.
Bueno,
pues de aquellos primeros años, cuando ya comencé a trabajar y pude comprarme
alguna pieza, en rebajas y pagándola a plazos, tengo unos pantalones de
terciopelo, comprados para algún fin de año, que el corte, tejido y tacto
dicen, “qué maravilla”. Y ahí lo tengo, que me resisto a darlo o a sacarlo del
armario, y aunque mi hermana me putea y me dice que hay que ver que lo guardo tó y no doy ná, me resisto a deshacerme de algunas prendas de aquella época,
porque no son retro, ni antiguas ni pasadas de moda ni viejas, SON VINTAGE,
COMO YO.