EL POR QUÉ DE ESTE BLOG

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Bueno, bueno, bueno, pues se explica en pocas palabras: ESTOY EN EL PARO.

Si, después de 34 años trabajando, ahora estoy en el paro y como la cosa me temo que va pa´ largo, pues tengo que fogá, ¿sabéis lo que es eso?, pues que necesito algo que hacer para quemar energía.

Trabajando en hostelería, tratas con todo tipo de personas al cabo del día, clientes y compañeros de trabajo, y si además la mayoría son mujeres, que somos muy charlatanas y llevamos muchos años trabajando juntas, filosofamos mucho de familia, noticias, arte, cultura, actualidad en general y cotilleos; pues eso es lo que me falta, compartir.

Cuando estoy cocinando con la radio puesta y me viene a la cabeza algo que creo es interesante y que podría compartir, lo escribo en el ordenador, y como me he apuntado al feisbuk, lo comparto con la corrala cibernética de familia y amigos.

Ahora me han dicho que sería interesante que hiciera un blog. Pues vamos a ello.

Advierto que son cosas mías, igual hay veces que se me va la olla, son cosas cortitas del día a día y los que me leen hasta ahora dicen que les hace gracia, sólo escribo cuando encuentro algo que me inspira y creo que se puede compartir.

SI ME QUERÉIS, SEGUIDME.

miércoles, 26 de febrero de 2014

VINTAGE

Pues no sabía yo qué nombre darle a las cosas bien hechas que persisten en el tiempo por su calidad, y cuando descubrí la palabreja hace una pila de años, me encantó: VINTAGE.

A ver, yo, que me crié en el rebalaje, comiendo el pescado roÍo que traía mi padre a la casa después de sacar de la red el que era bueno para vender, y que pude estudiar en el instituto porque mi madre, al tener tantos hijos, solicitó todas las ayudas que había en aquel momento para la gente pobre como nosotros, que me vestía hasta los catorce años de ropa usada o de retales que mi madre convertía con su máquina de coser en vestidos, -en media hora, sin hilvanar ni nada, tenia un arte…-, pues eso, que tendría yo unos catorce años cuando la Mari comenzó a trabajar en la boutique Don Miguel y pasé de vestir “my mother hand made” a usar ropa de calidad.

Todavía recuerdo el vestido de punto que le cogí a la María pa´ una feria: un vestido de punto de seda camisero, abotonado por delante, blanco con capullitos en lila, de Ives Saint Laurent, que me quedaba espectacular. El punto encajaba mis hombros, mi pecho, la cintura y resbalaba por mis caderas, esculpiendo una figura que no tenía, pero que me hacía sentir la reina del mundo, y ahora, si en aquel tiempo hubiésemos tenido armarios en condiciones, pues sería un modelo vintage.

Nosotros en la casa vieja de la playa teníamos un armario de madera de dos puertas pa´ cuatro hermanos, ni qué decir tiene que ni había dinero pa´ ropa ni sitio pa´ amontonar. Cuando a mi madre le parecía, hacia un rebusco y se lo daba a mis primas… curioso, ¿no? Pobres como ratones, pero aún así, se compartía y se daba a quienes también lo necesitaban. Pero bueno, esto es tema para otra crónica…

Hasta que heredaba o le cogía prestado algo que me quedase bien de la Mari, me ponía todos los sábados la misma ropa para salir: unos vaqueros y una camisa blanca, o el traje de pana gris Old Chap que mi madre me compró de la Meca de los Pantalones y mi hermano estaba loco por heredar.

A través de mi hermana conocí la alta costura, el diseño, los tejidos, los cortes…, porque al ser una tienda multimarcas, los directores traían de los desfiles colecciones nunca vistas antes en Marbella, y el dueño de la tienda, que tenía fábricas de seda y lana en Barcelona, manejaba una mercancía que sólo veías en las revistas, cuando Saint Tropez era el no va más de la modernidad porque la Brigitte Bardot estaba todo el día en el candelero.

Bueno, pues de aquellos primeros años, cuando ya comencé a trabajar y pude comprarme alguna pieza, en rebajas y pagándola a plazos, tengo unos pantalones de terciopelo, comprados para algún fin de año, que el corte, tejido y tacto dicen, “qué maravilla”. Y ahí lo tengo, que me resisto a darlo o a sacarlo del armario, y aunque mi hermana me putea y me dice que hay que ver que lo guardo y no doy , me resisto a deshacerme de algunas prendas de aquella época, porque no son retro, ni antiguas ni pasadas de moda ni viejas, SON VINTAGE, COMO YO.




miércoles, 5 de febrero de 2014

LA NESPRESSO

Por favor, si alguien sabe dónde se ha comprado la casa de Marbella el George Cluni, que me lo diga, que le voy a llevar una macetita de bienvenida. ¿Que por qué? Pues porque como embajador de la Nespresso, me parece que se la debo. ¿Que por qué? Pues porque desde que ha llegado a mi casa estas navidades, mi vida es otra.

Os cuento. Ya sabéis que pa´ reyes en mi familia hacemos lo del amigo invisible y que mi Paco no pide nada, así que hay que exprimirse las neuronas, y su amigo invisible le ha regalado una Nespresso, -un dineral, oiga-, pero es que mi Paco lo vale.

Yo pensé: -“vaya tontería”-, porque aunque la tienen varios miembros de mi familia, yo, que soy de café de pucherete, o sea, dos tazones negros por la mañana pa´ darle alegría al intestino, lo de la cafeterita pa´ un dedal, pues como que no, y las cápsulas carísimas oye, una pasta.

Pues esta mañana, cuando he vuelto del Pilates, me he encontrado a mi chica de nuevo en pié. Lleva levantándose desde la semana pasada a las OCHO DE LA MAÑANA, con el cuarto listo, y como una avispa arreglando al perro, que se lo lleva a dar un paseo…¡Dios, si bajas, tráeme mi sangre, que me he quedao sin ella!.

Increíble, pero cierto, después de diez años sin desayunar, mi hija se toma todas las mañanas un cafecito con leche y se pone las pilas, y por las tardes le hace a su padre un cafecito y meriendan los dos.
¡Qué tontería! ¿Verdad?, pues no veas el cambio que ha dado mi relación con mi hija desde la llegada de la cafeterita a mi casa. Yo, que soy más bien de la Hermandad del Puño Cerrao cuando se trata de despilfarrar en cosas que a mí me parecen tonterías, ayer estuve en el Corte Inglés y le compré a los caféadictos unas capsulitas de sabores a vainilla, caramelo y no sé qué tonterías más, pa´ seguir fomentando tan buen ambiente.

Nunca sabrá, -a menos que lea esta crónica-, el que inventó la maquinita del café la alegría que ha traído a mi hija y lo contenta que está -y yo por añadidura-, cuando la veo disfrutar su vaso de café con canela y me dice: -“mira mamá, esto en una cafetería unos cuatro  ó cinco euros. Ahora me voy a comprar un aparato que a la espumita de la leche le pone un dibujito”- y se va tan contenta pa´ la terraza a disfrutarlo y enciende su cigarrillo. Parece enteramente la del anuncio, sola, pero sola, relajada, disfrutando su cafecito y mirando a la lejanía en éxtasis… tanto, que la miro y no la conozco, porque como se va a andar con el perro por las mañanas, se le está reafirmando el culo y tiene un cuerpazo, -que no es porque yo lo diga-, pero hija mía, qué bien te he hecho.