Bueeeeeeno,
pues como mi psicóloga me anima a escribir en el blog, aunque haya veces que
digo yo intro pa mí, -“¿y estas
chorradas al final las leerá alguien?”. Cuando pienso en dejarlo, hay alguien
que me dice que sí, que lo lee… pues nada, a fogá toca.
He
comentado con mi familia, -y ahora con la corrala cibernética- lo que me pasó
con la Lili, la
pekinesa de mi madre, que paseábamos por el paseo marítimo, vestidas para
pasear, no para hacer deporte, o sea, con glamour y tacones, y llevábamos a mi madre
del brazo, mi hermana y yo, cuando suelta a la perrilla, que pilla la escalera
a toa carrera y se baja a la arena de la playa. Mi madre nos comenta que
llegados a ese punto tiene costumbre de soltarla para hacer popó. Entonces viene una señora mayor
por la playa, se fija en lo que está haciendo la perrilla y nos grita: -“¡señoraaaaaaaa! eso lo recoge, que no
estamos en la playa para oler a mierda”-. “Jodeeeeeer”-, le digo a mi
hermana, -“dame la bolsita de plástico, que no voy a hacer bajar a mamá”-, y
aquí va la Paca,
vestía de domingo, con toda su
humanidad y sus tacones, bajando hasta la arena, pa´ recoger un cagajón y
tirarlo a la basura. Nadie aplaudió y seguimos paseando.
Ante
una orden directa de una señora mayor, -arrrrrrr-, obedeces, está en la memoria
de tus genes, porque a las personas mayores hay que respetarlas. Bueno, pues
yo, que tengo ya los cincuenta pasaíllos,
me tengo por una persona, si no mayor, sí en edad respetable, -o eso me creía
yo-, porque tengo un pasillito que va desde mi bloque hasta el aparcamiento y
ha habido un tiempo en el que los barrenderos limpiaban la plaza y el pasillo,
y aparecía cada mañana lleno de cáscaras de pipas. Un grupito de adolescentes
se reunían a charlotear y comían pipas dejando las cáscaras en el suelo.
Incluso algunos días latas de refrescos y bolsas de plástico, habiendo
papeleras en la plaza.
Bueno,
pues un día pasábamos mi marido y yo y cruzamos por en medio del grupo que
estaban sentados a ambos lados, con su charloteo y comiendo sus pipas, y por
decir algo, ya que todos los vecinos protestábamos, digo –“ainssssss, aquí
están los loritos, Paco, estos son los que ponen el pasillo perdido con las
pipitas”- y cruzamos por en medio. Me miraron, y las puñalás que me dieron con
la mirá me dolieron en la espalda. Jodeeeeer, los pequeñajos me habían perdonado
la vida o casi, y mi marido me dice, -“no les digas nada porque a ver si al
final la vamos a liar y vete tú a saber estos lo que hacen”- y entonces recordé mi
reacción a la protesta de la señora de la playa. A mí en ningún momento se me
ocurrió decirle a aquella mujer que se metiese en sus asuntos, porque si mi
madre me oye contestarle así a una persona mayor que me está regañando, me da
un tortazo que me pitan un año los oídos y me da cuatro vueltas la cabeza.
Estaré
carca, demodé, defasé, vieja cascarrabias, protestona y tó que tú quieras, pero
me sale un bicharraco ante la falta de educación, porque sólo es una falta de
educación, no es otra cosa, pero creo que si no se corrige se degenera en
vandalismo, y vivimos en sociedad, no en el campo con los cochinos, y mantener
una cosa curiosa y limpia no cuesta ningún trabajo. Si todo el mundo mira hacia
otro lado yo no puedo, no puedo, no puedo
y me entran ganas de gritarles: -“¡anda y marcharos a llevarles las
cáscaras a vuestra madre y tirarlas en vuestra casa, a ver la gracia que le
hace!”-.
Ya
no están en el pasillo los adolescentes, será que ha comenzado el instituto…