EL POR QUÉ DE ESTE BLOG

EL POR QUÉ DE ESTE BLOG

Bueno, bueno, bueno, pues se explica en pocas palabras: ESTOY EN EL PARO.

Si, después de 34 años trabajando, ahora estoy en el paro y como la cosa me temo que va pa´ largo, pues tengo que fogá, ¿sabéis lo que es eso?, pues que necesito algo que hacer para quemar energía.

Trabajando en hostelería, tratas con todo tipo de personas al cabo del día, clientes y compañeros de trabajo, y si además la mayoría son mujeres, que somos muy charlatanas y llevamos muchos años trabajando juntas, filosofamos mucho de familia, noticias, arte, cultura, actualidad en general y cotilleos; pues eso es lo que me falta, compartir.

Cuando estoy cocinando con la radio puesta y me viene a la cabeza algo que creo es interesante y que podría compartir, lo escribo en el ordenador, y como me he apuntado al feisbuk, lo comparto con la corrala cibernética de familia y amigos.

Ahora me han dicho que sería interesante que hiciera un blog. Pues vamos a ello.

Advierto que son cosas mías, igual hay veces que se me va la olla, son cosas cortitas del día a día y los que me leen hasta ahora dicen que les hace gracia, sólo escribo cuando encuentro algo que me inspira y creo que se puede compartir.

SI ME QUERÉIS, SEGUIDME.

domingo, 30 de noviembre de 2014

LA CASTA Y LA MADRE QUE LOS PARIÓ

Tengo un recuerdo de cuando yo era chica y volviendo del colegio toa enfadá, le decía a mi padre, que era un gitano muy gracioso: -“papaaaaaaa, una niña en el colegio ma´ dicho que tengo piojos”-, y mi padre me daba un achuchón y haciéndome reír, me decía: -“¿Dónde está esa rascacia, que la voy a cogé y la voy a dejá como a una gatilla zollá, le voy a pateá los higadillos y me voy a cagá en toa su casta entera”-. Yo, muerta de risa, entendía todos los conceptos que tenían que ver con la mar, pero lo de “toa su casta entera”, me sonaba a familia desde la primera generación a la última, pero no sabía muy bien a qué se refería.

Luego, cuando fui mayor y vi una película que me impactó muchísimo, “La ciudad de la alegría”, con el Patrick Swayze, ambientada en la India, me enteré de lo que significaba pertenecer a una casta.
Si hubiésemos sido hindúes, nosotros, que nacimos pobres, que nos criamos en la casa vieja de la playa, un antiguo almacén de pescado, con quicios hechos a media pared con cañas y pegados con mortero, donde se metían las chinches y hacían nidos las arañas y se escondían las cucarachas cuando apagábamos las pocas luces que había, estaríamos viviendo allí, con toda la prole que los seis hermanos hemos tenido, y la nieta que estoy esperando se criaría en la chabola más pobre que hubiese cerca. Pero no somos hindúes, y aunque nacimos pobres, gracias a una madre mu pesá, -pero que muuu pesá-, que nos animó a que estudiásemos, y que nos hacía los vestidos con retales, pero que nos pagaba una profesora particular de inglés, y que nos animó a que nos preparásemos para tener un futuro mejor. Así pudimos salir de las chabolas y hoy tenemos una vivienda digna. Incluso nos hemos podido permitir algún viajillo de lujo, cuando la cosa ha ido medio bien, aunque fuese pagándolo a plazo en El Corte Inglés.

A lo que iba, trabajando mi marido y yo, hemos podido ayudar a mi hija con la hipoteca de su casa, y ahora me dice el banco que por haberle dejado un poco de ese dinero, se considera una donación a mi hija. Hacienda, que por lo visto en Andalucía por donación es donde más cobran de toda España entera,  me puede crujir a la niña con un peazo de multa si no declara un dinero que ha recibido mío, de mis ahorros y de mi trabajo.

Leí ayer en la revista Hola una declaración de la Marina Castaño, a raíz de la herencia del Camilo José Cela, que le quitan pa´ dársela al hijo del Camilo y ella dice “los padres están obligados a dar de comer y mantener a los hijos, no a enriquecerlos”. Pues que le pregunten al Chaves, Griñán y Pujol, a ver qué han hecho con sus hijos, esa casta, que nacieron trabajadores y hoy están enriquecidos de una manera que produce mareo por la cantidad de dinero acumulado en tan corto espacio de tiempo, donde se manejan cifras que son absolutamente indecentes, que sólo el oírlas una y otra vez en los medios de comunicación, te da mareo. Esta gentuza, esta casta de corruptos y ladrones,  ellos y todos los que se han arrimado a la política todos estos años para lo mismo, ¿qué hacen que están todavía en libertad?, que me quitan del sueldo de mi marido y ahora de mis ahorros pa´ seguir manteniéndose en un nivel de vida que no les corresponde…, pues como decía mi padre: ME CAGO EN TOA SU CASTA ENTERA.


miércoles, 5 de noviembre de 2014

EDUCACIÓN CÍVICA

Bueeeeeeno, pues como mi psicóloga me anima a escribir en el blog, aunque haya veces que digo yo intro pa mí, -“¿y estas chorradas al final las leerá alguien?”. Cuando pienso en dejarlo, hay alguien que me dice que sí, que lo lee… pues nada, a fogá toca.

He comentado con mi familia, -y ahora con la corrala cibernética- lo que me pasó con la Lili, la pekinesa de mi madre, que paseábamos por el paseo marítimo, vestidas para pasear, no para hacer deporte, o sea, con glamour y tacones, y llevábamos a mi madre del brazo, mi hermana y yo, cuando suelta a la perrilla, que pilla la escalera a toa carrera y se baja a la arena de la playa. Mi madre nos comenta que llegados a ese punto tiene costumbre de soltarla para hacer popó. Entonces viene una señora mayor por la playa, se fija en lo que está haciendo la perrilla y nos grita: -“¡señoraaaaaaaa! eso lo recoge, que no estamos en la playa para oler a mierda”-. “Jodeeeeeer”-, le digo a mi hermana, -“dame la bolsita de plástico, que no voy a hacer bajar a mamá”-, y aquí va la Paca, vestía de domingo, con toda su humanidad y sus tacones, bajando hasta la arena, pa´ recoger un cagajón y tirarlo a la basura. Nadie aplaudió y seguimos paseando.

Ante una orden directa de una señora mayor, -arrrrrrr-, obedeces, está en la memoria de tus genes, porque a las personas mayores hay que respetarlas. Bueno, pues yo, que tengo ya los cincuenta pasaíllos, me tengo por una persona, si no mayor, sí en edad respetable, -o eso me creía yo-, porque tengo un pasillito que va desde mi bloque hasta el aparcamiento y ha habido un tiempo en el que los barrenderos limpiaban la plaza y el pasillo, y aparecía cada mañana lleno de cáscaras de pipas. Un grupito de adolescentes se reunían a charlotear y comían pipas dejando las cáscaras en el suelo. Incluso algunos días latas de refrescos y bolsas de plástico, habiendo papeleras en la plaza.
Bueno, pues un día pasábamos mi marido y yo y cruzamos por en medio del grupo que estaban sentados a ambos lados, con su charloteo y comiendo sus pipas, y por decir algo, ya que todos los vecinos protestábamos, digo –“ainssssss, aquí están los loritos, Paco, estos son los que ponen el pasillo perdido con las pipitas”- y cruzamos por en medio. Me miraron, y las puñalás que me dieron con la mirá me dolieron en la espalda. Jodeeeeer, los pequeñajos me habían perdonado la vida o casi, y mi marido me dice, -“no les digas nada porque a ver si al final la vamos a liar y vete tú a saber estos lo que hacen”- y entonces recordé mi reacción a la protesta de la señora de la playa. A mí en ningún momento se me ocurrió decirle a aquella mujer que se metiese en sus asuntos, porque si mi madre me oye contestarle así a una persona mayor que me está regañando, me da un tortazo que me pitan un año los oídos y me da cuatro vueltas la cabeza.
Estaré carca, demodé, defasé, vieja cascarrabias, protestona y tó que tú quieras, pero me sale un bicharraco ante la falta de educación, porque sólo es una falta de educación, no es otra cosa, pero creo que si no se corrige se degenera en vandalismo, y vivimos en sociedad, no en el campo con los cochinos, y mantener una cosa curiosa y limpia no cuesta ningún trabajo. Si todo el mundo mira hacia otro lado yo no puedo, no puedo, no puedo  y me entran ganas de gritarles: -“¡anda y marcharos a llevarles las cáscaras a vuestra madre y tirarlas en vuestra casa, a ver la gracia que le hace!”-.


Ya no están en el pasillo los adolescentes, será que ha comenzado el instituto…