Pues
yo no sé si esto le servirá a alguna futura mamá, ya que cada persona es un
mundo, pero os voy a contar mi experiencia, porque a mí me ayudó mucho, y sé
positivamente que, si no ayuda, por lo menos entretiene.
Mis
embarazos fueron normales, engordé mucho, porque como soy barrigona, en el
mismísimo momento en que perdí de vista
la cinturilla, me coloqué el bambito y ahí perdí toda perspectiva de mi cuerpo.
Los
primeros meses tuve todas las fatigas y los ardores del mundo y cuando me decían
que el bebe era como un gusanillo, pensé: -“pues si siendo un gusanillo estamos
así, apañá voy…”-. Hay una marca de suavizante que nunca más volví a usar de la
fatiga tan tremenda que me daba cada vez que me acostaba y olía su perfume en mis
sábanas.
Fui
a todos los controles médicos habidos y por haber, porque tu hijo come de ti, y
cuando nace tiene todas las vitaminas a tope, pero a ti te deja seca. Por eso me dieron hierro y calcio y me controlaron la
sangre y la orina tropecientas veces, porque al tener antecedentes de diabetes,
mi madre estaba al loro. Nunca tuve cintura, pero en el embarazo sólo veía
mujeres con pantalones bien apretaos y cinturones marcando, ¡qué envidia me
daban!
Me
apunté a las clases de preparación al parto. Me enseñaron lo que le iba a
suceder a mi cuerpo y las distintas formas en que se puede presentar el parto. Por
dentro eres como una botella de Mateo Rosé bocabajo y el cuello de la botella
hay que borrarlo, y no sólo borrarlo, sino además dilatarlo diez centímetros para
que pueda nacer tu hijo. Te enseñan a soplar con pequeñas aspiraciones y luego
la soplante lenta, para no empujar cuando sientes ganas y aún no dilataste los diez
centímetros, porque puedes endurecer el cuello y te sale el niño con la cabeza
de pepino. Durante las clases te pasas todo el tiempo bostezando, con unos
abrieros de boca y un sueño…, estás tan relajada que casi ni prestas atención y
piensas, -“bueno bueno, qué tonterías más gordas”-.
Primero,
el borrado del cuello del útero puede ir sucediendo un par de días antes y mientras,
vas expulsando un tapón mucoso, más o menos denso, que es el que tapia el
cuello del útero, evitando que los virus penetren y afecten a tu hijo, -uno de
los virus que lo traspasa es el de la rubeola, por eso es súper importante
vacunar a las niñas contra este virus-. También me enseñaron a empujar desde el
estómago para no hacer el esfuerzo con el cuello y la cara, porque del esfuerzo puedes terminar teniendo un derrame ocular.
Sabiendo
todo esto, cuando rompí aguas no tenía ningún síntoma, así que no me asusté, ya
que es una de las maneras en que puede presentarse el parto. Me explicaron que
hay que mirar si el agua es clara y estar tranquila, porque aún tardará varias
horas en comenzar el parto propiamente dicho, así que me fui al paseo marítimo
a comerme un helado, me compré una revista, me puse una toalla entre las
piernas y nos fuimos pa´ Málaga mi marido, mi madre y yo. Ya durante el viaje
comencé a notar un resquemor como cuando comienza la regla.
En
el hospital te suben a una camilla con las piernas abiertas y tó el que pasa te
hace un molinete con el dedo en el cuello del útero, que pareces el pavo
relleno pa´l horno, y si sientes vergüenza, te jodes. Aunque llega un momento
en el que se te pasa la vergüenza y todo empieza a darte igual, deseas que todo
esto pase de una vez para poder descansar… ¡es agotador! Y luego, a controlar
las contracciones, que son como un acordeón que te estruja las costillas y los
riñones para que dilates abajo y es un trabajo muy duro, pero es un trabajo que
tienes que hacer sin perder los nervios y rezando para que cuando comiencen en
serio no se paren y sean cada vez más alegres y rápidas, porque así es un parto
natural. Cuando llega el momento de empujar, debes estar lo más atenta posible,
porque esto dura poco pero hay que hacer un esfuerzo muy grande y si estas
agotada de las contracciones se puede complicar la cosa.
Yo
hice toda la dilatación de pié y leyendo una revista. Cuando venía una
contracción pasaba las hojas que volaban y respiraba como si en ello me fuese la
vida, no sé si hacía la soplante lenta, la rápida o la madre que la parió, pero
soplaba y resoplaba como una locomotora, luego aflojaba y volvía a concentrarme
en la revista.
También
te explican que aunque lleves un buen embarazo, una vez que has dado a luz, debes
pedir toda la ayuda posible y, sin ningún tipo de angustia, olvidarte de la
casa, la compra, la comida y dedicarte a ti y al recién nacido. Si le das el
pecho, tienes que usar ropas fáciles de abrir para dar de mamar y procurar
estar lo más seca posible por arriba y por abajo, ya que el pecho hay que
lavarlo y secarlo después de cada toma, porque si no el bebe lo macera y se
hacen grietas. Hay que procurar que el bebé no se quede dormido tomando el
pecho y darle toquecitos en la planta del pié para que espabile.
Tampoco
se agradecen visitas los primeros días, como no sea para ayudar, porque te
sientes sucia, sangrando por abajo y hecha una vaca por arriba… acojonada y
desbordada, así que o bien se viene con la intención de apoyar y echar un mano,
o mejor, se cumple más adelante, cuando la mamá tenga la situación más o menos
controlada y espíritu para pintarse un poquito los labios y recibir a las
visitas con ganas de presentar a su bebé orgullosa.
Porque
todo llega, cuando pasan varios días y controlas el tema, entonces, ¡aleluya!,
has tenido un hijo, disfrútalo.
Cuñá imposible encontrar una comparativa mejor que el pavo de Navidad.Me sentí igual en el parto de ni niño.
ResponderEliminarLa Paca: Cuñá, has visto al rubito y te has acordado del tuy o, no? ¿a que te dan ganas de tener otro?
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