Surgió
la oportunidad y fuimos a Córdoba a buscar algo que, en la semana de las Cruces,
se había dejado olvidado mi hermana. Dio la casualidad que estaban abiertos los patios
cordobeses. Sin necesidad de este sobreañadido, Córdoba es una gran ciudad,
pero con los patios llenos de flores, abiertos al público, pues es… como
añadirle garrapiñada al helao de
vainilla: SUPERIOR.
Recuerdo
cuando hace treinta años se venían a Marbella a pasar el verano, desde Córdoba,
el hermano de mi vecina con todos sus hijos y me contaban atrocidades del clima
y el viaje por carretera que hacían hasta llegar, era una Odisea. Ahora, con el
aire acondicionado, hemos mejorado en calidad de vida y no hay que soportar
esas temperaturas. Nosotras llegamos en cero como dos, que con las buenas
carreteras que hay ahora y un buen coche, “hasta el infinito y más allá”… es comodidad
absoluta, nada de cansancio, buena musiquita en el coche y a disfrutar del
paisaje. Maravillada con el color de los campos andaluces, como un cuadro de
Monet y el verde del verano en los sembraos, con unos toques de flores lilas
que te lo imaginas estampao en un
pañuelo de seda y te hace disfrutar el viaje desde el inicio.
Bueno,
nada más llegar, parking en el casco antiguo y a patear. Lo primero, un
sombrero de paja, que hay como diez grados de diferencia de temperatura con
respecto a Marbella y se nos iban a derretir los sesos. Nos pateamos algunos
patios, me encanta esta arquitectura de los muros a ras de la calle y el
interior con los patios, las fuentes y el frescor de las plantas. Ya digo que,
con el aire acondicionado, se ha variado mucho la construcción, las terrazas y los
jardines ahora son exteriores, no se necesitan muros que protejan del calor,
pero dice mi hermana que, si en algún momento se hiciese una casa, sería
imitando la construcción árabe: con muros a la calle y el interior con patio y
fuentes, donde te puedes mover como si estuvieses en el exterior, pero con
intimidad, sin ojos externos que te vigilen.
Y
hay que comer, ¡claro! Bueno, en Córdoba lo que quieras, pero indiscutible el Salmorejo,
que es una variante del gazpacho y la porra antequerana, pero con una textura
tipo pomada y virutas de jamón y huevo. Rabo de toro y alcachofas estofadas con
vino, jamón y ajito, en un restaurante que es una casa con patio, como casi
todas las de esta zona. Y de postre… hojaldre con cabello de Ángel, muy
pequeñita la ración, pero buenísimo y pa´ rematar copita de Pedro Ximénez,
regalo de la casa, todo un detalle.
Luego
nos fuimos a buscar la musiquita, porque los patios cierran hasta las seis de
la tarde. Nos encontramos un patio con una banda en directo que sonaba
estupendamente, así que bailoteo pa´ rebajar la comida. Seguimos por la Mezquita, Las
Caballerizas Reales, la zona del Puente, la Alcazaba, la Judería y vuelta a los patios. Los cordobeses son
súper simpáticos y la anécdota es que se dirigían a mí hablándome en inglés,
pensé: -“Paca, tienes que llevar una pinta de guiri loca de no te menees”-. Incluso una chica en la calle me
preguntó en inglés que de dónde era, para practicar ingles conmigo, dijo, ¡qué
simpática! Por la noche, concierto de Nacha
Pop, espectáculo ecuestre y sigue la fiesta.
La
vuelta lo mejor, siempre me pasa lo mismo: no me oriento cuando estoy fuera de
mi Marbella y lo noto cuando bordeo la costa y es como si me equilibrara. Yo
tengo que saber que cuando me tiendo en la playa, los pies dan al sur y la
cabeza está en el norte, entonces me encuentro bien. No sé, tendrá que ver algo
con el Feng Shui y la energía Chi del mundo, porque sin quitarle mérito a otras
partes, aquí es donde mejor me encuentro.
Lo de güiri loca será por el sombrero,digo yo porque por la cara no será.Que bien te lo pasas hija de mi vida y lo describes tan requetebién que siento como si yo misma hubiese visitado esos maravillosos patios.Lo comparto para que otras personas puedan disfrutar un ratito contigo
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