Todavía
no sé si esto es una crónica o un desahogo, pero ahí va eso.
Cuando
mi hija la mayor estudiaba el último curso en el Instituto, en el segundo
trimestre le quedaron como cuatro o cinco suspensos y fui a hablar con el
tutor. La primera vez, porque al estar trabajando siempre de mañana nunca
conocí a los profesores de mis hijas y las vacaciones procuraba que fuesen
siempre en verano para estar el mayor tiempo posible con ellas. Entonces por
las mañanas ni bancos ni colegios ni AMPAS, ni ná de ná. Bueno, la niña quería
seguir estudiando y a poder ser, hacer enfermería. El profesor me dijo que no
hacía falta empeñarse en carreras universitarias, que si la niña no daba la
nota, pues había módulos muy apañaos.
Le pregunté el por qué y me dijo que porque
acabaría el curso con cuatro o cinco suspensos y es lo que había, pero que ni a
desesperarse ni ná. Pues a la niña no se le ocurrió otra cosa que aprobarlas
todas para septiembre y empeñarse en que quería seguir estudiando, sin haber
hecho prescripción de matrícula en ningún sitio.
Consiguió
plaza en Ronda y la dejamos un fin de semana, sola, en un piso, después de un
domingo de locura y unas ganas locas de matarnos la una a la otra. Luego jamás
pensé que la echaría tanto, pero tanto y tanto de menos. Pero, al estar cerca, el
padre la recogía el viernes por la tarde y pasaba el fin de semana en casa. Al
principio bien, pero cuando los estudios le ocuparon la mayor parte del día, un
fin de semana me dijo que hiciese una olla de garbanzos y así ella se llevaba unos poquitos para
comer en Ronda, y pensé -“ni hambre que
está pasando mi niña en Ronda, pa pedirme garbanzos”-. Luego cambió varias
veces de piso y al final terminó compartiendo casa con dos fantásticas amigas con las que
terminó por fin enfermería. Durante aquellos años, como yo no tengo
móvil y el viernes ya estaba con nosotros,
a menos que tuviese algún examen importante o la viese resfriada, nunca
la llamaba, esperaba para estar juntas y que me contase sus experiencias.
Durante
este tiempo mi hija me catalogó junto con las otras madres de sus compañeras. Me decía que estaba la “madre gallina”, superprotectora, que está en el día a
día con las asignaturas, conoce a los profesores y vive los estudios a la par
que la hija, llamándola a todas horas. La "madre pollito", que hasta para hacer
la comida tenía que hablar con la hija para preguntarle qué le echaba y le
lloraba por todo para que volviera a casa y dejara de estudiar. La "madre satélite", como el CSI, que aunque tiene todos los datos la llama a todas horas y cuando no
responde la localiza a través de las amigas. Y por último yo, la "madre chochona", que se imagina que, si no llama
es porque está bien y, si necesita algo, pues que me llame.
Ahora,
imagínate a todas esas madres concentradas en una, pasada de Lexatin y con los
cables pelaos, o sea, la mía. Como tengo una familia muy grande y hay gente de
todas las edades, conforme escribo mis crónicas, también transmito mis
experiencias, si a alguien le vale, pues me alegro.
Hablando con las amigas que
tienen mi edad veo que las madres que nos vamos haciendo mayores seguimos el
mismo patrón: primero mucha ansiedad cuando son pequeños, luego mucha ansiedad
cuando son grandes y después mucha ansiedad porque tenemos a nuestras madres
dependientes.
Entonces,
lo mismo que erradicamos el luto de nuestra generación, nos cuidamos en la
alimentación y hacemos deporte para tener las articulaciones un poco más
flexibles, vamos probando vinos hasta que sabemos distinguir cuál nos gusta y
cuál nos da dolor de cabeza..., pues me quedará una crónica dentro de veinte años
para contar de qué manera hemos enfocado nuestra vejez, porque si mi madre vivió
igual que la suya, o sea, que los hijos sean el báculo de la vejez, el salto
generacional del suyo al mío tiene una diferencia enorme desde el momento en
que me enseñó a ser independiente y a no diferenciarme de mis hermanos por ser
mujer. La referencia que tengo de su vejez no me gusta, porque es muy dependiente
y a la vez es anarquía pura y como dice la suegra de mi hermana, “si de mayor
me veis así, darme un esmochazo, por
favó”. Y a pesar de todo, ¡que me dure muchos años!
Bueno,
pues no sé si empezar a buscar ya esa residencia donde se hace aquagym por las
mañanas, manicura y pedicura por las tardes, peluquería los jueves y partido de
canasta los viernes…, para hacerme socia YA.
We
keep in touch, tú ya sabes.
a ver como llegamos, y si podemos aprender algo mejor
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