EL POR QUÉ DE ESTE BLOG

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Bueno, bueno, bueno, pues se explica en pocas palabras: ESTOY EN EL PARO.

Si, después de 34 años trabajando, ahora estoy en el paro y como la cosa me temo que va pa´ largo, pues tengo que fogá, ¿sabéis lo que es eso?, pues que necesito algo que hacer para quemar energía.

Trabajando en hostelería, tratas con todo tipo de personas al cabo del día, clientes y compañeros de trabajo, y si además la mayoría son mujeres, que somos muy charlatanas y llevamos muchos años trabajando juntas, filosofamos mucho de familia, noticias, arte, cultura, actualidad en general y cotilleos; pues eso es lo que me falta, compartir.

Cuando estoy cocinando con la radio puesta y me viene a la cabeza algo que creo es interesante y que podría compartir, lo escribo en el ordenador, y como me he apuntado al feisbuk, lo comparto con la corrala cibernética de familia y amigos.

Ahora me han dicho que sería interesante que hiciera un blog. Pues vamos a ello.

Advierto que son cosas mías, igual hay veces que se me va la olla, son cosas cortitas del día a día y los que me leen hasta ahora dicen que les hace gracia, sólo escribo cuando encuentro algo que me inspira y creo que se puede compartir.

SI ME QUERÉIS, SEGUIDME.

miércoles, 10 de julio de 2013

LA MAMA GALLINA

Todavía no sé si esto es una crónica o un desahogo, pero ahí va eso.

Cuando mi hija la mayor estudiaba el último curso en el Instituto, en el segundo trimestre le quedaron como cuatro o cinco suspensos y fui a hablar con el tutor. La primera vez, porque al estar trabajando siempre de mañana nunca conocí a los profesores de mis hijas y las vacaciones procuraba que fuesen siempre en verano para estar el mayor tiempo posible con ellas. Entonces por las mañanas ni bancos ni colegios ni AMPAS, ni ná de ná. Bueno, la niña quería seguir estudiando y a poder ser, hacer enfermería. El profesor me dijo que no hacía falta empeñarse en carreras universitarias, que si la niña no daba la nota, pues había módulos muy apañaos. Le pregunté el  por qué y me dijo que porque acabaría el curso con cuatro o cinco suspensos y es lo que había, pero que ni a desesperarse ni ná. Pues a la niña no se le ocurrió otra cosa que aprobarlas todas para septiembre y empeñarse en que quería seguir estudiando, sin haber hecho prescripción de matrícula en ningún sitio.

Consiguió plaza en Ronda y la dejamos un fin de semana, sola, en un piso, después de un domingo de locura y unas ganas locas de matarnos la una a la otra. Luego jamás pensé que la echaría tanto, pero tanto y tanto de menos. Pero, al estar cerca, el padre la recogía el viernes por la tarde y pasaba el fin de semana en casa. Al principio bien, pero cuando los estudios le ocuparon la mayor parte del día, un fin de semana me dijo que hiciese una olla de garbanzos  y así ella se llevaba unos poquitos para comer en Ronda,  y pensé -“ni hambre que está pasando mi niña en Ronda, pa pedirme garbanzos”-. Luego cambió varias veces de piso y al final terminó compartiendo casa con dos fantásticas amigas con las que terminó por fin enfermería. Durante aquellos años, como yo no tengo móvil y el viernes ya estaba con nosotros,  a menos que tuviese algún examen importante o la viese resfriada, nunca la llamaba, esperaba para estar juntas y que me contase sus experiencias.

Durante este tiempo mi hija me catalogó junto con las otras madres de sus compañeras. Me decía que estaba la “madre gallina”, superprotectora, que está en el día a día con las asignaturas, conoce a los profesores y vive los estudios a la par que la hija, llamándola a todas horas. La "madre pollito", que hasta para hacer la comida tenía que hablar con la hija para preguntarle qué le echaba y le lloraba por todo para que volviera a casa y dejara de estudiar.  La "madre satélite", como el CSI, que aunque tiene todos los datos la llama a todas horas y cuando no responde la localiza a través de las amigas. Y por último yo, la "madre chochona", que se imagina que, si no llama es porque está bien y, si necesita algo, pues que me llame.
Ahora, imagínate a todas esas madres concentradas en una, pasada de Lexatin y con los cables pelaos, o sea, la mía. Como tengo una familia muy grande y hay gente de todas las edades, conforme escribo mis crónicas, también transmito mis experiencias, si a alguien le vale, pues me alegro. 

Hablando con las amigas que tienen mi edad veo que las madres que nos vamos haciendo mayores seguimos el mismo patrón: primero mucha ansiedad cuando son pequeños, luego mucha ansiedad cuando son grandes y después mucha ansiedad porque tenemos a nuestras madres dependientes.
Entonces, lo mismo que erradicamos el luto de nuestra generación, nos cuidamos en la alimentación y hacemos deporte para tener las articulaciones un poco más flexibles, vamos probando vinos hasta que sabemos distinguir cuál nos gusta y cuál nos da dolor de cabeza..., pues me quedará una crónica dentro de veinte años para contar de qué manera hemos enfocado nuestra vejez, porque si mi madre vivió igual que la suya, o sea, que los hijos sean el báculo de la vejez, el salto generacional del suyo al mío tiene una diferencia enorme desde el momento en que me enseñó a ser independiente y a no diferenciarme de mis hermanos por ser mujer. La referencia que tengo de su vejez no me gusta, porque es muy dependiente y a la vez es anarquía pura y como dice la suegra de mi hermana, “si de mayor me veis así, darme un esmochazo, por favó”. Y a pesar de todo, ¡que me dure muchos años!

Bueno, pues no sé si empezar a buscar ya esa residencia donde se hace aquagym por las mañanas, manicura y pedicura por las tardes, peluquería los jueves y partido de canasta los viernes…, para hacerme socia YA.


We keep in touch, tú ya sabes.


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