Pos
eso. Que vengo del Pilates. Que por la tarde voy a la playa, que juego a las
paletas y estoy molía, no paro en tó el día de trajiná y no veo resultados. ¿Por qué, de cuatro hermanas, yo soy
la que no tiene cintura? Ni haga Pilates, ni ande, ni coja carrerilla pa´
planchar… nada, tengo las patas como un gorrioncillo y una barriga gorda. Dice
mi profesora de Pilates que hay que potenciar el abdominal bajo y el alto, o
sea, que hay dos músculos. Pos yo sólo tengo uno, que empieza debajo de las
tetas y acaba en el kiwi. Me desespero. El día que me encuentro menos hinchada
me veo tó tiposa.
Después
de un tiempo con esta maravillosa profesora de Pilates, comienzo a vislumbrar
los dos músculos abdominales de los que me habla. Pero claro, tampoco
entrenamos para sacar la tableta de chocolate, demasiado con que podamos
recogernos un poco las mollas, porque cambiar la constitución es muy difícil y
más cuando nada más empezar la clase -que aunque la hacemos temprano, en agosto
hay que tener voluntad-, se comienza a oír el “ojú” y esa Nora, que tiene una
psicología que nos cala enseguida, dice, “bueeeeeeeno pues hoy a estirar y a
relajar que os veo muy tensas” -es decir, menos motivá que pensar en limpiar a
fondo el alicatao-. Vaya caló que hace, y no me voy a quejar porque el invierno
ha sido muy largo. Pues eso, que hacemos unos ejercicios de levantamiento de
pelvis, que si las mujeres supiéramos realmente el poder que concentramos ahí,
se acababan muchos mitos de menopausia y frigidez, porque potenciamos la
elasticidad, hacemos estiramientos con un balón entre las piernas de 65
centímetros de diámetro y aprietas, aprietas y aprietas hasta que casi lo
revientas, qué susto, ¿no?, ¿a que te has cagao?, pues ala, no digo más, que
vais a saber tod@s mucho y estas clases hay que pagarlas.
Bueno,
pues con todo esto, no adelgazo como debiera, y es por la alimentación, que ya lo
sé. Porque me hice un estudio de kinesiología en San Pedro y dio en el clavo.
No puedo tomar nada que contenga harina: ni fideos, ni pasta, ni mantequilla ni
lácteos. Lo sé y sólo puedo tomar de fruta: mango, piña, coco e higos. Fíjate
qué sencillo, pues nada, que me cuesta mucho. Porque en cambio tengo un querido
esposo que tiene un metabolismo al que nada
le engorda, y se alimenta de cerveza, fritos, queso, leche y mucho pan
pa´ mojá en los huevos fritos. Me compré la máquina de hacer pan del Lidel, -oye, una gozada-, y con harina integral de espelta me hago el pan, que lo rebano y lo guardo en
paquetitos de a dos en el congelador. Lo puedo tomar con aguacate, tomate,
jamón, un poco de aceite, huevos… si lo sé, pero si en medio cojo una croqueta
de la que le hago a mi familia, parece que me he comido un elefante. A ver si
me toca los ciegos de agosto y meto una cocinera, porque me falta fuerza de
voluntad. Lo sé. Como siga así, voy a comenzar a vestir con bambitos y sacabó el martirio. Pos eso.
Pero que guapísima y estilosa y raquitica estas en esa fotoooo,hala al Pilates y sorprendenos con otra crónica que me encanta enchufar este cacharro y leerte
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