¡Ay!,
estoy mirando el montonazo de ropa
que tengo para planchar y suspiro, ¡ay!, suspiro…, y le tengo que meter mano,
pero después de una semana sin agenda doméstica, me cuesta la vida, porque no
es exageración, el montonazo de ropa casi me tapa la ventana.
Mis
amigas me dicen: -“Paqui, ¿a ti te gusta viajar?”-, Si, me encanta y más cuando
voy en un grupo con gente alegre. Cuando hago la maleta, después de unos pocos días
de estrés por dejarlo tó apañao, -casa,
nevera, baños, hacer veinte listas en mi cabeza de lo que tengo que llevar y
dejarle la crema de verduras con carne molía
a mi madre pa´ unos pocos días, que la tengo sopadicta-, cuando llega el día del viaje y por la mañana me visto,
pillo las maletas y me siento en el coche, me derrito como un pulpo al que le
han dao una paliza de diez horas y le
han dejado sin nervio, ya me da igual a dónde me lleven, a Tombuctú, Algeciras
o como en este caso, a Alemania. Me da igual, porque durante esos días, sólo
pienso en mi, la ropa que me voy a poner por las mañanas, me cuelgo el bolso ¡y
a volar!, sin obligaciones, sin mercado, sin comida, sin plancha…, me da igual a
dónde me lleven, me apunto y no protesto, llevarme a cualquier sitio, así soy de
agradecía.
Bueno,
pues ya le he dado un repaso a Alemania durante estos días y cada vez que voy
más me gusta. Es la primera vez que voy en invierno y estaba un poco acojoná con el frío, pero ha valido la
pena.
Las vacaciones, mientras que he trabajado, las programábamos siempre para
el verano, cuando los niños estaban sin colegio. Qué pena, ¡se me han hecho
mayores tan rápido!. Pero es lo que hay, evolucionamos y este año toca viaje de
invierno sin niños, a un país que nunca jamás me imaginé que fuese tan bonito e
interesante para hacer turismo.
Cuando
se piensa en vacaciones te imaginas una playa dominicana, mojitos y hamacas al
borde del agua, pero como dice mi amiga, eso lo tenemos todo el año en
Marbella, para viajar en invierno hay que ir a un sitio de invierno que te enfríe
la sangre y te apriete las carnes. Lo
que no llevo muy bien es la calefacción tan fuerte en los sitios cubiertos, que reseca las mucosas y te hace vestirte y desvestirte
más que una corista.
Hemos
comido salchichas, chucrut, vino caliente especiado, -que a alguna le ha
gustado mas de la cuenta…-, ponche y muchas jarras de cerveza, menos mal que la
cerveza es mas bien flojita, y el alcohol del vino corriendo se evapora con el frío,
porque así es la única manera de visitar tantos mercadillos navideños, preciosos,
que adornan todos los pueblos y ciudades que hemos visitado. Como anochece
rápido, las luces navideñas de edificios y plazas hace que estas fechas sean muy
entrañables y se viva la
Navidad con frío, que es como gusta. Hemos tenido mucha
suerte con el tiempo, había nieve en la montaña del “castillo del rey loco”,
pero ni nos nevó ni nos ha llovido, -que la lluvia desluce mucho las
excursiones-. Los transportes públicos funcionando a tope y bien. También
volvimos a Salzburgo, cuna de Mozart, pero nada tienen que ver los paisajes a
cuando los vimos en verano, aunque hay tiendas que se mantienen con la misma
mercancía, tanto en invierno como en verano, como la tienda que es enteramente
de huevos, decorados, súper original, sólo huevos de todas las aves, decorados
con todos los estilos y colores, sólo que en verano hay muchas flores decorando
jardineras y terrazas, que ahora no se ven y es otro paisaje.
Y ahora pienso, "qué le importará a la gente si tengo o no tengo plancha". Mi hermana me
dirá, como siempre, que soy una exhibicionista, pero tengo la tabla puesta y
las lentejas empiezan a oler, me voy a poner la radio a toa pastilla y a coger el toro por los cuernos, que ya no me
entretengo más.
Que no te importe la plancha y recuerda los ratitos buenos del viaje que ya quisiera yo tener que planchar un torreón de ropa.
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