EL POR QUÉ DE ESTE BLOG

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Bueno, bueno, bueno, pues se explica en pocas palabras: ESTOY EN EL PARO.

Si, después de 34 años trabajando, ahora estoy en el paro y como la cosa me temo que va pa´ largo, pues tengo que fogá, ¿sabéis lo que es eso?, pues que necesito algo que hacer para quemar energía.

Trabajando en hostelería, tratas con todo tipo de personas al cabo del día, clientes y compañeros de trabajo, y si además la mayoría son mujeres, que somos muy charlatanas y llevamos muchos años trabajando juntas, filosofamos mucho de familia, noticias, arte, cultura, actualidad en general y cotilleos; pues eso es lo que me falta, compartir.

Cuando estoy cocinando con la radio puesta y me viene a la cabeza algo que creo es interesante y que podría compartir, lo escribo en el ordenador, y como me he apuntado al feisbuk, lo comparto con la corrala cibernética de familia y amigos.

Ahora me han dicho que sería interesante que hiciera un blog. Pues vamos a ello.

Advierto que son cosas mías, igual hay veces que se me va la olla, son cosas cortitas del día a día y los que me leen hasta ahora dicen que les hace gracia, sólo escribo cuando encuentro algo que me inspira y creo que se puede compartir.

SI ME QUERÉIS, SEGUIDME.

martes, 2 de julio de 2013

¡YA ESTÁN AQUÍ LOS TOMATES!


Por fin volvieron los tomates. ¡Ay!, licopeno, licopeno, ¡cómo te he echado de menos!.

Por Dioooooos, ¡¡qué largo se me ha hecho el invierno!!. Ya vuelven los tomates, y con ellos esa siesta que cuando te das cuenta se te ha escapado la salibilla, el quedarse en la playa hasta las tantas, andando por la orilla o disfrutando de la brisita, jugando a las cartas. Y aunque este invierno probé el famoso Kumato, ese que intenta parecerse en el sabor a los tomates de verano, ná que ver, oye, pero ná que ver.  

Ya tengo puesta la olla cuartelera para el tomate frito, no sé si picante o con orégano, -ya lo pensaré- y dos litros de gazpacho en la nevera y otros pa´ pisto y otros tantos para ensalada con queso fresco y albahaca… en fin, que ya estoy liá en la cocina otra vez, con la música a toa pastilla y el cuerpo de juerga.

Del viaje a Santiago nos hemos traído semillas de grelos, porque probamos el caldo gallego y, no sé si fue porque con la lluvia y el desconsuelo que llevábamos nos supo a gloria, o es que de verdad está bueno. A mí me recordó a los potajes de invierno que hacía mi madre, con hojas de acelga, judías, unos pocos garbanzos, aceite, una cabeza de ajo y algo de añejo. Pero lo mismo, cada cosa tiene su temporada. Ahora le llaman cocina de mercado, mira tú por dónde, lo que hacía mi madre ahora es “cocina de marcado”. Pero claro, es que en las casas no había nevera, ni tele, ni equipos de música. Yo he visto un plato con agua en la cocina y en medio la lata de leche condensada para que no se metieran las hormigas, y el que podía, en su casa tenía una fresquera en la que se ponía una barra de hielo para que conservara algo fresca la comida, pero liaba un charquerío que no veas. Al mercado sólo se iba por la mañana, porque la compra era toda fresca: pescado del día, frutas y verduras de temporada y carne fresca. Había mucho embutido y salazón y por eso las comidas que se recuerdan tienen otro sabor, sin conservantes ni invernaderos.

Cuando yo era chica, al principio en mi casa se cocinaba con carbón: se ponía un torción con aceite y a los niños se nos daba una palmatoria y a soplar y soplar hasta que el carbón se encendía. Luego mi madre tuvo una cocina de petróleo con un solo fuego  y cada dos o tres días había que cruzar el paseo marítimo hasta donde está ahora la Clínica Ochoa, donde había un surtidor para comprar una garrafa de carburante. Pero ya este fuego se controlaba, recuerdo que mi madre nos tenía advertíos de que cuando volviéramos del colegio de Doña Paquita, si en la casa no había nadie, le dejáramos las carteras al vecino en la carpintería hasta que ella volviera. Una tarde noche, desde la playa donde estábamos jugando, vimos luz en la ventana de la casa y -“¡mira, mamá ya llegó!”-, corrimos y ¿qué era?: la cocina, que se había prendido fuego. Mi madre se fue y dejó la comida puesta y menos mal que lo vimos, porque el tejado era de vigas de madera y suerte que lo apagaron corriendo los vecinos. Cuando mi madre volvió, tuvo que tirar la cocinilla y la olla. Bueno, pues compró un butano DE TRES FUEGOS, ¡la caña!, con BOMBONA GRANDE. Esa noche, cuando mi padre vino de la pesca y vio la bombona grande, pegó aquél respingo y salió escupío de la casa “porque aquello iba a explotar y nos íbamos a morir todos” y pasó un buen rato hasta que volvió. Seguramente se fue a la bodeguilla a deliberar con todos los “machos alfa” de la época, hasta que lo calmaron. Todavía recuerdo los fregoteos que le dábamos a la parrilla del butano y los quemadores con estropajo para dejarlos relucientes.


Que no me enrollo más.  Me voy a poner un pisto, que he visto un par de berenjenas por ahí.

2 comentarios:

  1. ¿tanto hemos cambiado?

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  2. Oju,pues yo solo he conocido el butano,pero no veas como hemos cambiado a mejor con las tecnologías.Pobrecitas nuestras madres y las mujeres de aquella generación.Si ahora el trabajo de casa es el peor con diferencia,me lo imagino en esos tiempos ......pa entrar en depresión

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