Estoy
de luto y estoy muuuuuuuy triste, tan triste, que me duele.
Mi
hermana me ha dicho que escriba un desahogo y ya se verá si merece la pena
compartirlo, pero estoy tan triste que
no sé si mis lágrimas me dejarán ver las letras.
Mi
muy querida tía Antoñita. Qué pena, qué pena, qué pena... Ni para morirse nos
ha dado problemas, siempre tan adorable, tan achuchable, tan cariñosa… se fue y
nos ha dejado vacía y huérfana de toda una generación, la de mi padre, porque
era la más chica de los cinco hermanos y no nos queda ya ninguno.
Cuando
mis padres se casaron, ella era la más pequeña y aún estaba soltera, así que
vivían junto con mi abuela viuda y mi padre, que era el mayor, y compartían la
casa vieja de la playa.
Cuando
mi tía se casó, mientras mi madre aumentaba su familia, ella no podía tener
hijos, y al ser la mas pequeña y su marido ser propietario de un barco, siempre
vivió bien, no pasó las estrecheces que pasó mi madre y además, era la tía
moderna de la familia, la que fumaba y en su juventud conoció las discotecas e
incluso se bebió algún whisky. En los años en que nosotros, sobre todo los
cuatro mayores, estábamos en el colegio, ella hizo un viaje con unos amigos
recorriendo España e incluso una vez estuvo en Roma invitada por unos amigos
italianos. A nosotros era la que nos compró el primer yogur y la que nos invitaba
a un refresco en una cafetería el día de la Virgen del Carmen, caprichos que mi madre no se
podía permitir darnos. También fuimos testigos de su gran sacrificio para poder
tener hijos. Le recomendaron adelgazar, así que hizo dieta hasta perder más de
treinta kilos y pasó de usar los bambitos a la minifalda. También le
recomendaron tomar el sol en la tripa para ver si los ovarios le trabajaban y
poder concebir. Pues se colocó su bikini y la acompañábamos a un espigón
apartado, donde se mezclaba con las turistas, para poder tomar el sol en la
tripa. También se sometió a una prueba muy dolorosa en aquellos años para ver
las trompas por dentro. Pero nada, no tuvo hijos… aunque el diablo le dio una pechá de sobrinos. Ha estado siempre
presente en todas las celebraciones familiares y ha llevado el registro de
todos y cada uno de los nacimientos de los sobrinos y sobrinos-nietos, que
también han sido muchos por parte suya y de la de su marido.
Aunque
en los últimos años hemos tenido que respetar sus decisiones sobre la manera de
enfocar su vida, igual si se hubiese dedicado un poquito más de tiempo para
ella, aún habría estado unos añitos más con nosotros, pero no ha podido ser. Siempre
nos decía: -“niña, ésta igual va a ser la última Navidad que compartamos juntos”-
y le contestábamos –“sabrá Dios quién faltará primero”- y nos reíamos de ella
cuando nos decía que estaba muy cansada y que la tierra la estaba llamando. Al
final no ha podido resistir una mala gastroenteritis que, junto con la diabetes, la ha dejado tan deshidratada que los órganos principales no han podido volver
a arrancar.
Bueno,
seguiré mi duelo, y aunque a partir de ahora no estará físicamente en los
acontecimientos venideros, estará siempre en nuestro corazón.
Ayy cuñá otra vez llorando al pensar en ella!!!!
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