Oye,
que no sabía yo que estaba tan mal cuando escribí las últimas dos crónicas. Estaba
como enrabiá, tú sabes, constreñida de fogá y un poco maligna. Pues me vino de
escándalo ir al concierto de Enya. ¿Conocéis su música?, ¿no?, pues oíd algo de
ella, está genial.
Cuando
me interesé por el concierto y leí que el batería y percusionista trabajaba con
Mike Oldfield o George Michael y Hille
Bemelmans, vocalista también de Mike Oldfield, Sting o Joe Cocker, pensé: -“esto
tiene que ser la caña”-, porque disfrutar la música de una de las grandes voces
irlandesas de la música new-age, que no realiza conciertos, pero es representada
por estos grandes artistas, tiene que sonar bien.
Bueno,
pues nos fuimos como os dije la
Doris y yo pa´l Cervantes de Málaga. De lujo, súper puntual
el concierto y desde las primeras notas ya aflojas y entras en el mundo mágico
de la música de Enya. Tres pantallas con vídeos de tierra, mar y aire,
representando la naturaleza, desgranando imágenes que acompañan a la música, que
llevan a relajarte y disfrutar. Yo me dije: -“vaya, es como si mi espíritu
entrara en paz y me preparara para la
Semana Santa”-. Cursi, lo sé, pero mis sentimientos fueron
transportándome a cuando era chica y mi madre me llevaba a misa en Semana Santa
y ese recogimiento que sentía en la
Iglesia es el mismo que sentí en el concierto. Una de las
canciones que se llama Storms in Africa,
tiene una percusión que la sentí en las
mismas tripas. Genial. Me encantó.
Cuando
yo era chica, en Semana Santa no se oía nada más que saetas en la radio y a mí no me gustan ni las saetas ni el cante jondo. Lo siento, pero no me gustan. No
abrían ni bares, ni cine, ni discotecas, todo eran saetas o silencio y cuando
me ponía mi madre a fregar los platos, yo cantaba a pleno pulmón, -que no sé cómo
me gusta tanto la música, si luego abro la boca y soy un grillo chirriando-, y
mi madre y mi tía me regañaban: -“¡niña, que está el Señor muerto, no se canta!”-.
Luego, con diez o doce años nos íbamos mi hermana la mayor y yo a la Alameda
con un cartucho de pipas a ver pasar la procesión y a mi, no sé cómo me las
arreglaba, -será porque estaba más gordita y tenia una timidez tan grande-, me
preguntaban los turistas:-“ ¿y este ir y venir de acá para allá estos
muñequitos, para qué se hace?”-, y yo pensaba: “vaya, me tocó el graciosillo de
turno, ¿no verá que todos los años hay que sacarlos a pasear pa´ recordarnos que
murió en la cruz por nuestros pecados?, porque mira que somos malos y está ahí
para redimirnos”. Esta palabra no sabía muy bien lo que significaba, pero como lo
decía mucho el cura en la misa, pues pegaba repetirlo. Después, con quince o
dieciséis años, ya con los pubs abiertos, tocaba pollear y la pasábamos tomando
algo, jugando a los dardos o a los dados y las procesiones pasaron a otro
plano. Era la excusa perfecta para volver un poco más tarde a casa porque, ¡vaya
cara más dura!, nosotros teníamos que
ver de recoger al santo. Algunas veces le decía a mi amiga Ana: -“vamos a ver qué santo sale hoy, si no mi madre la
próxima vez no me deja hasta tan tarde”.
Es
una semana en la que pegue o no pegue, tienes que ponerte algo de primavera y
este año el calendario no ha estado por la labor, hace un frío del carajo y
como te descuides se te coge una faringitis que se acabaron las vacaciones, así
que más vale dejar la ropita que te has comprao en el armario y esperar a que
pasen estas borrascas pa´ lucir modelito.
Y la
gastronomía de esta semana, vamos: entre torrijas, arroz con leche, potajes y
churros con chocolate, peor que en Navidad. Hice un arroz con leche y en vez de
cáscara de limón lo herví con canela y pequeñas ralladuras de naranja,
buenísimo oiga. Los que son del campo saben que la mejor leche para hacer el
arroz es la de cabra, con toda su grasa, porque a la leche de ahora le quitan
tanta grasa que al hervir no hace como antes, que si no tenías cuidado se
desbordaba. Por eso a muchas recetas le añaden un brick de nata, para darle ese
toque meloso.
Y si
la gula es un pecado, esta semana estamos todos condenados.
verdad que si, que el concierto mereció la pena y la cantante no tenia nada que envidiarle a Enya, una voz maravillosa.
ResponderEliminarCuñá que bueno, con tus cronicas he recordado mi infancia en semana santa y es justo como tu cuentas.que aburrimiento con decirte que queria que terminasen las vacaciones para volver al bullicio del cole.A mi tambien me regañaban cuando cuando cantaba o formaba jaleo y al ser un poco mayor haciamos como todas las crias aprovechar para llegar tarde a casa con la excusa de la procesión,hasta tu hermano que ahora no aguanta una recogia conmigo al Santo.
ResponderEliminarCurioso blog. jejeje
ResponderEliminarPor cierto, teneis un buen blog. Me gusta mucho y lo sigo. Yo estoy empezando con uno, que aunque no es exactamente de la misma temática te lo dejo por si te apetece echarle un vistazo y me cuentas que te parece:
www.malagasensual.blogspot.com
Gracias y saludos!